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Lula en el laberinto burgués


Luiz Inácio Da Silva, más conocido como Lula, ingresó en el laberinto de la burguesía mucho tiempo atrás. Cuando entró al sistema político burgués del Brasil y renuncio a la lucha histórica del Partido de los Trabajadores (PT). Desde el año 2003 que el movimiento político que encabezara dedico sus esfuerzos en reprimir los movimientos sociales contestatarios al régimen de gobierno (el caso del MST), acordó el pago de la deuda externa de manera sostenida y comenzó la escalada de corrupción en la misma campaña electoral. Ya para 2005 se empezaron a acumular las denuncias en su contra y las de su partido. La medalla que se cuelga el PT es la de rescatar a 28 millones de personas de la pobreza, sin embargo en un país de 208 millones de habitantes (según el Banco Mundial) no parece ser una gran proeza en términos cuantitativos. Más aun si observamos las condiciones de pauperización en las que permanece esa masa de “recuperados”.


Ahora bien, es necesario observar la coyuntura específica en la que se desata la crisis de Brasil, de la cual Lula es parte junto al resto de la clase política. La causa por la cual es condenado a prisión el ex-presidente es realmente un escándalo. La justicia claramente sugestionada por el entorno fachistoide que la rodea juega sus cartas para sacar a Lula del juego político para las próximas elecciones de octubre 2018. Lo cual no elude a Da Silva de la corrupción de su gobierno.


La pregunta que surge es si Lula es un líder de izquierda socialista y revolucionario, como pretenden presentar algunos en Brasil (e incluso en nuestro país). En su reciente declaración, antes de su mansa entrega a la justicia, Lula dice: “Yo no estoy por encima de la justicia, si no, no habría fundado un partido político, habría propuesto una revolución”. Claramente, el mismo Da Silva reconoce su condición como parte del sistema político burgués. Su condición de proletario y de partido con conciencia socialista se desvanece como humo en el aire ante estas contundentes declaraciones.


El panorama político de Brasil es incierto, pero una única verdad flota en la atmósfera brasilera y es que la gente se ha cansado de los partidos del sistema. El escaso apoyo de las masas ante la inminente entrega (o captura) del líder, la pobrísima imagen del actual presidente Temer (PMDB). La derecha más rancia queda como la fuerza política con más caudal de votos por descarte ante la ausencia del líder del PT. Los tiempos parecen demasiado cortos para una reorganización del movimiento obrero, sin embargo es necesario que las bases se hagan cargo de la vacancia de poder y comiencen a construir una alternativa solida desde abajo.

Pablo Javier Coronel

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