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Domingo F. Sarmiento y la Huella del Racismo

Omer Freixa


El “padre del aula”, el sanjuanino Sarmiento, ícono argentino del siglo XIX, y el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, el empresario Donald Trump. Décadas de distancia. No obstante, hay un hilo histórico de continuidad en determinadas miradas entre ambos personajes.


El 11 de septiembre, día de su muerte (en 1888) se conmemora a Domingo Faustino Sarmiento, intelectual y lumbrera de una época, escritor, polemista y hombre de carrera política, que presidió el país en un momento fundacional del mismo, a caballo entre las décadas de 1860 y 1870. El autor de la célebre frase “las ideas no se matan”, exiliado por años a causa de sus diferencias políticas e ideológicas, fue un exponente del pensamiento decimonónico que ensalzó las virtudes de la civilizada y digna de imitar Europa, pero solo una parte de la misma, la más progresista, la nórdica (entiéndase eminentemente la anglosajona). Como parte de su prolongado exilio en Chile, donde desempeñó cargos públicos, el gobierno le financió, con fines pedagógicos, una serie de viajes por diversos países, en donde pudo ver en directo las veleidades de la avanzada y próspera civilización europea que tomó como modelo frente al atrasado y semidesierto país suyo.


Como expresión de una época, su pensamiento está impregnado de tópicos racistas y lugares comunes en la caracterización de pueblos considerados inferiores. Fue un momento previo al surgimiento del imperialismo el de escritura de sus Viajes por Europa, África y América, mediados del siglo XIX, anterior a la pujanza del darwinismo social, del futuro reparto del mundo entre unos pocos poderes europeos, del armado planetario de un esquema de pueblos superiores frente a inferiores y de la consiguiente “misión civilizadora” del hombre blanco. A resultas de su viaje, que incluyó una parada en Argelia, para el momento intento de colonia francesa, Sarmiento destacó descripciones del paisaje y de sus habitantes que lo retrotrajeron a la lastimosa Pampa que tanto criticaba por su atraso. Por ejemplo, considerando a los musulmanes (la mayoría de la población argelina) como primitivos e ignorantes y peligrosos fanáticos religiosos escribió: “...las tiendas patriarcales de los descendientes de Abraham, no están mas avanzadas que los toldos de nuestros salvajes de las pampas”. Entonces, en lo que respecta a Argelia, es frecuente el recordatorio sobre la asombrosa similitud entre el árabe y el gaucho pampeano por la completa falta de educación y costumbres bárbaras que adujo el sanjuanino de ambos.


Con el menosprecio que sintió Sarmiento por los gauchos, de los cuales pidió no ahorrar derramamiento de su sangre, el pensador denunció la ociosidad en que vivían las razas americanas y la necesidad de su reemplazo por elementos más útiles, como los inmigrantes europeos de las naciones más avanzadas. Si la ociosidad del americano, denunció en su Facundo. Civilización y Barbarie en Las Pampas Argentinas (1845), llevó a la necesidad de introducir esclavizados de África como mano de obra (ahorrándose mencionar el exterminio de los pueblos originarios durante la Conquista), esa decisión provocó resultados nefastos.


Con prejuicios de todo tipo frente al americano, Sarmiento contribuyó, como tantos otros intelectuales de su tiempo, a forjar en el imaginario del argentino la noción de un país blanco y europeo, arrinconando la existencia de otras identidades, a límites extremos como en el caso de los afrodescendientes, de los cuales se habló de su extinción. No sorprende, frente a lo expuesto, que las apreciaciones sarmientinas sobre los africanos sean siempre contundentes agravios. En Facundo se lee: “Los africanos son conocidos por todos los viajeros como una raza guerrera, llena de imaginación y de fuego, y aunque feroces cuando están excitados, dóciles, fieles y adictos al amo o al que los ocupa”. Caracterizando desde su perspectiva la nefasta época precedente de su enemigo Rosas, comparó la violencia despiadada y la forma salvaje de ejecutar al rival con modos solo tolerados en sitios salvajes como determinados lugares del interior de África occidental.


Además, como se refirió, Sarmiento fue un cultor de la teoría de la desaparición del negro en Argentina, devenida en un mito. En un trabajo más tardío, Conflicto y armonía de las razas en América, de 1883, su autor constató la progresiva desaparición del elemento afro. En sus palabras: “Quedan pocos jóvenes de color (…); pero como raza, como elemento social, no son ya sino un accidente pasajero”. Él celebró la desaparición de gente de tan baja calaña. En su clásica dicotomía trabajada en la obra de 1945, África y lo africano corresponden al grado más intolerable de la “barbarie”, opuesta a la civilización. En ese sentido, en 1866, proclamó con júbilo tener un Congreso libre de gente de color, gauchos y pobres, según sus palabras textuales, aproximando al país a la civilización que tanto solicitó formar en la vasta extensión pampeana que lo atemorizaba.



No tan lejos


Para la época de su producción no hubiera sido polémico o motivo de escándalo leer o escuchar las frases citadas de Sarmiento, excepto en casos bastante aislados. Pero hoy las cosas han cambiado. No obstante, existen ciertos personajes públicos que hacen pensar que ese racismo decimonónico (o el derivado en horrores del siglo pasado, como el nazismo y la Shoá) no han desaparecido del todo. Un evidente caso es el del multimillonario Trump, quien ha labrado un sello propio a partir de su incendiaria retórica anti-inmigración. En diciembre de 2015 solicitó prohibir la entrada de todo musulmán al país a raíz del ataque yihadista perpetrado en San Bernardino (California), que ocasionó catorce muertos y fue reivindicado por el ISIS. Con anterioridad, en junio, con una manifiesta imposibilidad de disimular su racismo y desprecio a México, proclamó que aquel país “…nos manda gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores y algunos, asumo, son buenas personas…”. El paroxismo llegó hace poco cuando el candidato republicano propuso la construcción de un muro que separe a su país del mexicano y que tamaña obra la financie este último.


La visión de Trump sobre el mexicano ¿es muy distinta a la opinión que formuló Sarmiento sobre el “americano” en época colonial, a mediados del siglo XIX? Si triunfa en los comicios de noviembre el multimillonario excéntrico será el líder de la nación (por ahora) más fuerte del planeta. En México hay una frase de cabecera que se recuerda probablemente más que nunca por estos días: “Tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos”.

Omer Freixa

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