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Perspectivas Historiográficas sobre la Revolución de Mayo ¿Cómo Interpretamos Nuestro Pasado? | Huellas de la Historia

En el corazón de toda nación late una lucha por la memoria. Argentina no escapa a esta dinámica, su historia ha sido contada, recontada y discutida desde múltiples ángulos, cada uno con sus intereses, marcos ideológicos y formas de comprender el pasado. Los debates historiográficos que atraviesan nuestra historia nacional no son meras disputas académicas. Son batallas por el sentido de lo que fuimos, somos y podríamos llegar a ser.



Durante décadas, la narrativa liberal construyó un relato fundacional donde la historia argentina parecía tener una dirección clara y unos protagonistas indiscutidos. Figuras como Sarmiento, Mitre, San Martín y Belgrano fueron elevados a la categoría de héroes patrios, símbolos de una nación en construcción. Estos relatos se apoyaban en documentos oficiales, cartas, leyes y discursos institucionales, todos tratados como fuentes objetivas y veraces. El pasado se convertía así en una historia de progreso lineal, protagonizada por hombres ilustrados que guiaban a un pueblo hacia la civilización. Esta visión ofrecía coherencia y propósito, pero lo hacía a costa de silenciar conflictos, voces subalternas y realidades incómodas.


A partir del siglo XX, esta narrativa fue desafiada por la emergencia del revisionismo histórico, una corriente que se propuso desenterrar lo oculto, lo negado y lo marginado por el discurso liberal. Inspirado en corrientes ideológicas de centro-izquierda —como el peronismo, el nacionalismo popular y el marxismo— el revisionismo comenzó a rescatar figuras y procesos alternativos: caudillos federales, luchas sociales, resistencias indígenas. Este enfoque cuestionaba la idea de que la historia podía escribirse desde arriba, por y para las élites. La historia, decía el revisionismo, debía pensarse desde el pueblo, desde los márgenes, desde las tensiones de clase y las disputas territoriales. Esta crítica no solo reconfiguró el canon histórico sino que también problematizó el papel de la historiografía misma como herramienta de poder.


Este video es un fragmento del curso "Historia de las Clases Sociales en Argentina"



Más recientemente, nuevas escuelas historiográficas han intentado superar la dicotomía entre liberalismo y revisionismo. Estas corrientes ya no se centran tanto en figuras individuales sino en estructuras, procesos y relaciones de poder. Desde enfoques sociales, culturales y económicos, proponen observar cómo las clases sociales, los grupos étnicos y las relaciones de género incidieron en los grandes procesos históricos. Aunque estas perspectivas han enriquecido notablemente nuestra comprensión del pasado, también enfrentan desafíos. Uno de ellos es la dificultad para delimitar con claridad a los sujetos históricos que protagonizan estos procesos: ¿Quiénes actúan? ¿Desde dónde lo hacen?,¿Con qué conciencia de clase o de identidad?


En este contexto de pluralidad interpretativa, uno de los debates más fascinantes y controversiales gira en torno a la Revolución de Mayo. Tradicionalmente interpretada como una revolución burguesa —siguiendo el modelo europeo que vincula el ascenso de la burguesía con la caída del Antiguo Régimen—, esta visión ha sido cuestionada por historiadores como Di Meglio, quien advierte contra la tentación de aplicar moldes europeos a realidades coloniales profundamente distintas. Según este enfoque, el Río de la Plata no experimentó una revolución burguesa al estilo francés o inglés porque carecía de una burguesía consolidada y de una economía capitalista en expansión. El error, dice Di Meglio, es forzar una lectura eurocéntrica sobre un contexto con otras lógicas sociales y económicas. Por eso también es que se rehusa a usar el término de Revolución o de clases sociales.


Desde la otra orilla, el marxismo a través de Fabián Harari, ha hecho observar la estructura económica del Río de la Plata en el período colonial, lo que aparece no es una sociedad de libre mercado, sino un sistema dominado por estructuras semifeudales. La tierra era propiedad de la nobleza española, que también monopolizaba los cargos públicos. La riqueza no se generaba a partir del trabajo asalariado libre, sino mediante tributos y mecanismos de extracción coercitiva. Este sistema consolidaba una élite poderosa, cerrada, que defendía sus privilegios mediante redes clientelares y la posesión de títulos heredados.


Frente a esta nobleza, la burguesía local ocupaba un lugar subordinado. Lejos de tener el control político o económico, su aspiración era precisamente disputar ese poder, desplazar a la élite tradicional y construir una hegemonía propia. La Revolución de Mayo, en esta lectura, no sería entonces una expresión acabada de la burguesía sino más bien el inicio de una lucha prolongada por la redistribución del poder. Esta tensión entre sectores sociales se mantendría a lo largo del siglo XIX, en un proceso marcado por conflictos internos, guerras civiles y redefiniciones institucionales.

En este Dossier Especial pondremos a disposición todos nuestras producciones sobre la Revolución de Mayo. Contamos con un acervo de artículos, episodios de podcast y dos revistas histórica de Huellas de la Historia. Esperamos que sea de utilidad para trabajar en las aulas (virtuales), como Marco Teórico para docentes y para el público en general interesado por estás temáticas.



Así, el pasaje hacia una sociedad capitalista no ocurrió de manera inmediata tras 1810. Fue un proceso gradual, lleno de contradicciones, que se consolidó recién hacia 1880 con la formación definitiva del Estado nacional. Ese Estado, armado y centralizado, fue el instrumento necesario para resolver las disputas entre fracciones de la burguesía, unificar el mercado interno, organizar el territorio y dar comienzo a un ciclo sostenido de acumulación capitalista. Solo entonces puede hablarse con propiedad de una Argentina capitalista, moderna y articulada bajo un proyecto económico nacional.


Los debates historiográficos, lejos de ser ejercicios abstractos, nos invitan a revisar nuestras certezas. Preguntarnos cómo se construye la historia es, en última instancia, preguntarnos quiénes somos y qué voces elegimos escuchar. Para quienes quieran profundizar en estas discusiones, vale la pena explorar los trabajos de Fabián Harari y los textos que discuten las tesis de Di Meglio. Ellos ofrecen no solo datos, sino herramientas para pensar críticamente nuestro pasado.



Pablo Javier Coronel

 
 
 

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