Lecciones sobre la Revolución Rusa | Huellas de la Historia
- Javier Prezioso

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Todavía me acuerdo de aquella charla con Javier Prezioso, de FiloCrítica, hace ya unos años. Estábamos grabando un episodio de Charlitas de Historia sobre las lecciones de la Revolución Rusa, es decir, qué podíamos tomar de esa experiencia para el presente. Nos surgió el tema de la voluntad política y de las capacidades materiales. Uno tiende a pensar que unas sin otras son imposibles, sin embargo, la historia de Rusia nos mostraba que muchas veces las chispas encienden las praderas de la humanidad.

Lo curioso de que como decía en esa introducción todo empezó con algo tan cotidiano como pan y mujeres cansadas de hacer fila para conseguirlo. Era el Día de la Mujer, y las trabajadoras textiles de Petrogrado salieron a la calle, no con grandes consignas ideológicas, sino con una bronca acumulada de años. Querían pan, querían paz, querían dignidad. Y sin saberlo, estaban prendiendo la mecha de una revolución que iba a cambiar el mundo.
La historia suele recordarla como una revolución “obrera”, pero en esa charla, Javier nos recordaba que fue mucho más compleja. Venía de una larga acumulación histórica, de un pueblo campesino y rural que poco tenía que ver con la Europa industrializada. Rusia era un gigante feudal con pies de barro: campesinos aislados, fábricas nacientes, obreros sin tradición sindical y una aristocracia que todavía vivía como en el siglo XVIII.
En medio de eso, Marx ya había puesto el ojo en Rusia. Le fascinaba el dilema: ¿podía un país tan atrasado saltarse la etapa capitalista y construir otra cosa? Nos decía Javier que tanto le interesó que incluso aprendió ruso para leer y debatir con los populistas del lugar. Pero al final, su diagnóstico fue más crudo: el capitalismo, decía, terminaría arrasando con esas comunas rurales.
Y ahí es donde Lenin entra en escena. Javier lo describía con esa claridad suya: “Lenin entendió que no bastaban las condiciones objetivas; hacía falta organización, voluntad, conciencia”. La Revolución Rusa, entonces, no fue solo una explosión de bronca popular, sino también el resultado de un partido organizado, con una estrategia clara y una convicción férrea: la clase obrera debía tomar las riendas del proceso, no ser el apéndice de la burguesía ni de los reformistas. Nos decía:
"Surge la cuestión de la vanguardia, es decir, una especie de fuerza especializada que debe nacer de las entrañas del propio movimiento. Es decir, la vanguardia no es un grupo de iluminados que vienen con la receta "mirá acá tenemos la revolución y la tenemos que hacer así". Va surgiendo, van surgiendo los liderazgos así como surgió Lenin, que en el comienzo, y esto tiene que ver con la independencia política de la clase obrera Lenin se incorpora al partido socialdemócrata de rusia ya sabemos cómo terminó la socialdemocracia en Alemania: fusilando en los revolucionarios" (00:13)
Lo que siguió es historia conocida, pero vale la pena recordarlo desde lo humano: el asedio de las potencias extranjeras, la guerra civil, la escasez, las tensiones internas. El sueño soviético se enfrentó al mundo entero y también a sí mismo. La experiencia soviética muestra que no alcanza con tener las condiciones materiales: hace falta una voluntad colectiva que sostenga el proyecto y viceversa. Decíamos que "Como decía Lenin en el "¿Qué Hacer?": sin teoría revolucionaria no hay acción revolucionaria pero esa relación entre teoría y praxis es siempre dialéctica".
En ese punto de la charla, nos quedamos un rato en silencio. Porque más allá de los libros y las fechas, lo que deja la Revolución Rusa es una pregunta incómoda y vigente: ¿Cómo se transforma realmente una sociedad?
No con discursos, decía Javier, sino con organización, conciencia y deseo de cambiar las reglas del juego.
Y quizá por eso seguimos volviendo a 1917. Porque entre tantas crisis del presente —la desigualdad, la crisis ecológica, el agotamiento del modelo capitalista—, la historia de aquella revolución todavía nos habla. No como una receta, sino como una experiencia humana de densidades enormes. La Revolución Rusa fue un experimento humano, de organización, de lucha y de conciencia de clase. Pero como toda gran historia, nos recuerda que el mundo no cambia solo porque puede, sino porque hay quienes deciden hacerlo.
Pablo Javier Coronel
Javier Prezioso
















































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