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Pablo Javier Coronel

Evita Feminista

A cien años del nacimiento de Eva Duarte (7 de Mayo de 1919) nos preguntamos qué relación tuvo la posteriormente Evita Perón con el feminismo, un movimiento que ya estaba instalado en el mundo con la lucha de las sufragistas inglesas o las obreras textiles de los Estado Unidos. Para ello tomamos la obra cumbre de esta protagonista como lo fue “La Razón de mi Vida” publicado en el año 1951 en su primera edición.

Eva Perón se enfrascó en la escritura de este libro a partir de la experiencia como esposa del entonces presidente Juan Domingo Perón. En él relata gran parte de su experiencia como compañera del General y su acción social en diferentes ámbitos del régimen político más popular de la historia argentina. Su escrito consta de tres secciones: la primera partes bajo el titulo “Las Causas de mi Misión”, la segunda “Los Obreros y mi Misión” y una la tercera parte bajo el titulo “Las Mujeres y mi Misión”. Prestaremos atención a esta ultima para observar la relación de la líder carismática femenina más importante de la época que aun hoy sigue siendo referencia bajo la simbología de la “Evita Feminista” o “Evita Abortera” en sonrientes imágenes con el pañuelo verde.


En el primer capítulo de esta sección, bajo el titulo “Las mujeres y mi misión” reconoce su falta de interés en abordar la problemática de la mujer en la Argentina. Nos dice Evita: “Reconozco, ante todo, que empecé trabajando en el movimiento femenino porque así lo exigía la causa de Perón”[1] y sigue “Cuando me di cuenta presidia ya un movimiento político femenino…y, sobre la marcha, tuve que aceptar la conducción espiritual de las mujeres de mi patria”[2]. Cierra el capítulo diciendo que “Las feministas del mundo dirán que empezar así un movimiento femenino es poco femenino… ¡empezar reconociendo en cierto modo la superioridad de un hombre!”[3], esto en alusión a su reconocimiento de la figura de Perón como mentor de su conocimiento sobre la problemática de la mujer.


En el capitulo siguiente, titulado “El paso de lo sublime a lo ridículo”, voy a dejar que hable Evita para que usted pueda sacar sus propias conclusiones sobre el feminismo de la mencionada:


“Confieso que el día que me vi ante la posibilidad del camino ‘feminista’ me dio un poco de miedo.

¿Qué podría hacer yo, humilde mujer del pueblo, allí donde otras mujeres, más preparadas que yo habían fracasado rotundamente?

¿Caer en el ridículo? ¿Integrar el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido con innumerables líderes feministas?

Ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así…que, por lo general, en el mundo, desde las feministas inglesas hasta aquí, pertenece, casi con exclusivo derecho a las mujeres de ese tipo… cuya primera vocación debió ser indudablemente la de ser hombres.

¡Y así orientaron los movimientos que ellas condujeron!

Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombre, más que por el orgullo de ser mujeres”.[4]

Y continúa:

Creían incluso que era una desgracia ser mujeres... Resentidas con las mujeres porque no querían dejar de serlo y resentidas con los hombres porque no las dejaban ser como ellos, las “feministas”, la inmensa mayoría de las feministas del mundo en cuanto me es conocido, constituían una rara especie de mujeres... ¡que no me pareció nunca del todo mujer!

Y yo no me sentía muy dispuesta a parecerme a ellas”.[5]

Pero por suerte:

Un día el General me dio la explicación que yo necesitaba.

‘— ¿No ves que ellas han errado el camino? Quieren ser hombres. Es como si para salvar a los obreros yo los hubiese querido hacer oligarcas. Me hubiese quedado sin obreros. Y creo que no hubiese podido mejorar en nada a la oligarquía. No ves que esa clase de “feministas” reniega de la mujer. Algunas ni siquiera se pintan... porque eso, según ellas es propio de mujeres. ¿No ves que quieren ser hombres? Y si lo que necesita el mundo es un movimiento político y social de mujeres... ¡qué poco va a ganar el mundo si las mujeres quieren salvarlo imitándonos a los hombres! Nosotros ya hemos hecho solos, demasiadas cosas raras y hemos embrollado todo, de tal manera, que no sé si se podrá arreglar de nuevo al mundo. Tal vez la mujer pueda salvarnos a condición de que no nos imite.’

Yo recuerdo bien aquella lección del General.

Nunca me pareció tan claro y tan luminoso su pensamiento.

Eso era lo que yo sentía.

Sentía que el movimiento femenino en mi país y en todo el mundo tenía que cumplir una función sublime... y todo cuanto yo conocía del feminismo me parecía ridículo. Es que, no conducido por mujeres sino por “eso” que aspirando a ser hombre, dejaba de ser mujer ¡y no era nada!, el feminismo había dado el paso que va de lo sublime a lo ridículo.

¡Y ése es el paso que trato de no dar jamás!”[6]


Así concluye este polémico capítulo dedicado al feminismo, demostrando en primer lugar un desconocimiento total de la causa feminista en Inglaterra por ejemplo en el caso que cita. Pero además se hace eco de los pensamientos misóginos y machistas del General Perón. En algo tiene razón, la mujer no debe parecerse al hombre, pero no debe parecerse en su ideología machista. El feminismo es la ideología de la igualdad, del compañerismo, de la liberación ¿Cómo puede ser todo esto un punto de referencia para las feministas de hoy en día?


Pero continuemos. Acerca del voto femenino nos habla en su capítulo “Quisiera mostrarles un camino”. Allí nos dice que “si las mujeres hubiésemos empezado a votar en los tiempos de la oligarquía, el desengaño hubiera sido demasiado grande… ¡Tan grande como el engaño mismo de aquellas elecciones en las que todo desmán, todo fraude y toda mentira eran normales!”[7] Y remata con “Mejor que no hayamos tenido entonces ningún derecho”.[8]


Ya vimos que piensa Evita sobre el movimiento feminista de mediados de siglo y sobre el voto femenino, pero ¿qué piensa de la mujer como tal? ¿Cuál debe ser su lugar en la sociedad? “El hogar o la fábrica” es el cuarto capítulo de esta sección. Nos dice Eva:

Todos los días millares de mujeres abandonan el campo femenino y empiezan a vivir como hombres.

Trabajan casi como ellos. Prefieren, como ellos, la calle a la casa. No se resignan a ser ni madres, ni esposas.

Sustituyen al hombre en todas partes.

¿Eso es “feminismo? Yo pienso que debe ser más bien masculinización de nuestro sexo.

Y me pregunto si todo este cambio ha solucionado nuestro problema.

Pero no. Todos los males argentinos siguen en pie y aun aparecen otros nuevos. Cada día es mayor el número de mujeres jóvenes convencidas de que el peor negocio para ellas es formar un hogar.

Y sin embargo para eso nacimos”.[9]

La mujer nacida para el hogar, pero:

Allí está nuestro más grave problema.

Nos sentimos nacidas para el hogar y el hogar nos resulta demasiada carga para nuestros hombros.

Renunciamos al hogar entonces... salimos a la calle en busca de una solución... sentimos que la solución es independizarnos económicamente y trabajamos en cualquier parte... pero ese trabajo nos iguala a los hombres y... ¡no! no somos como ellos... ellos pueden vivir solos... nosotras no... Nosotras sentimos necesidad de compañía, de una compañía total... sentimos la necesidad de darnos más que de recibir... ¡No podemos trabajar nada más que para ganar un sueldo como los hombres!

Y por otra parte, si renunciamos al trabajo que nos independiza para formar un hogar... quemamos allí mismo nuestras naves definitivamente.

Ninguna profesión en el mundo tiene menos posibilidades de retorno como nuestra profesión de mujeres.

Aun si nos elige un hombre bueno... nuestro hogar no siempre será lo que hemos soñado cuando solteras.

En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos... la ley y el derecho del hombre... que muchas veces sólo es un amo y a veces también... dictador.

Y allí nadie puede intervenir.

La madre de familia está al margen de todas las previsiones. Es el único trabajador del mundo que no conoce salario, ni garantía de respeto, ni límites de jornadas, ni domingo, ni vacaciones, ni descanso alguno, ni indemnización por despido, ni huelgas de ninguna clase... Todo eso — así lo hemos aprendido desde “chicas” — pertenece a la esfera del amor... ¡y lo malo es que el amor muchas veces desaparece pronto en el hogar... y entonces, todo pasa a ser “trabajo forzado”... obligaciones sin ningún derecho...! ¡Servicio gratuito a cambio de dolor y sacrificios!

Yo no digo que siempre sea así. No tendría yo derecho a decir nada, desde que mi hogar es feliz... si no viera todos los días el dolor de tantas mujeres que viven así... sin ningún horizonte, sin ningún derecho, sin ninguna esperanza.

Por eso cada día hay menos mujeres para formar hogares...

¡Hogares verdaderos, unidos y felices! Y cada día el mundo necesita en realidad más hogares y, para eso, más mujeres dispuestas a cumplir bien su destino y su misión. Por eso el primer objetivo de un movimiento femenino que quiera hacer bien a la mujer... que no aspire a cambiarlas en hombres, debe ser el hogar.

Nacimos para constituir hogares. No para la calle. La solución nos la está indicando el sentido común. ¡Tenemos que tener en el hogar lo que salimos a buscar en la calle: nuestra pequeña independencia económica... que nos libere de ser pobres mujeres sin ningún horizonte, sin ningún derecho y sin ninguna esperanza!”[10]


Eva Perón nos intenta decir que la mujer debe quedarse en el hogar, que no está hecha para la vida del trabajo, sin embargo sostiene que en el hogar la mujer, que es muchas veces sometida por un dictador –excepto en su caso desde que su hogar es feliz-, debe tener una independencia económica que las libere de ser pobres sin horizontes. Una contradicción a todas luces.

Podríamos seguir desglosando toda la obra completa y constatar como imágenes construidas para satisfacer necesidades del presente se contraponen con el pensamiento de la figura misma. Tal es el caso de la Evita Feminista que recorre las calles de nuestros días con su pañuelo verde al cuello o con consignas importadas de las organizaciones que la misma Eva denosta. Por eso es importante volver siempre a las fuentes y revisar la historia para no caer en el ridículo. Eva Perón fue figura y símbolo de un movimiento político y merece ser reconocida por su obra y pensamiento original, así como también pasada por el tamiz de la crítica documental como cualquier otra figura de la historia.

Pablo Javier coronel

Bibliografía Utilizada:

  • Eva Perón; “La Razón de mi Vida”; editorial Peuser; Buenos Aires; Agosto 1952

[1] Eva Perón; “La Razón de Mi vida”; editorial Peuser; Buenos Aires; Agosto 1952; pág. 263

[2] Ídem.

[3] Ibídem; pág. 264

[4] Ibídem; pág. 265-266

[5] Ibídem; pág. 266

[6] Ibídem; pág. 267

[7] Ibídem; pág. 269-270

[8] Ibídem; pago. 270

[9] Ibídem; pág. 273-274

[10] Ibídem; pág. 274-276

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