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América Latina en la geopolítica del imperialismo


El libro de Atilio Borón -sociólogo y politólogo especializado en Latinoamérica- tiene por objetivo ser un instrumento en la praxis política, dentro del contexto de la lucha de clases actual en América Latina y el Caribe. El tema a tratar es la articulación entre espacio geográfico y los factores económicos, sociales, políticos y militares de América Latina, a partir de su relación con el imperialismo. Al ser pensado en primera instancia como parte de una ponencia referida al bicentenario de los procesos independentistas latinoamericanos mantiene un lenguaje coloquial y una ágil lectura.


Desde un análisis materialista-histórico, el autor parte de la base de que el imperialismo aún sigue en pie, y que a pesar de haber modificado alguno de los rasgos caracterizados a comienzos del siglo XX por Lenin, Luxemburgo y Kautsky, entre otros, sigue con su fase de dominación. Continúa potenciando las asimetrías entre los diversos países que se insertan en el mercado mundial, oprimiendo a los pueblos sojuzgados, aumentando la militarización de la política, a costa de una devastación capitalista del medio ambiente.


Por esta razón Borón se opone al concepto de globalización, que a partir de la implementación de políticas neoliberales en la década de los ’80 y ’90 trató de “matizar” la violencia imperialista bajo esta nueva denominación. La globalización fue concebida entonces “como la interdependencia de todas las naciones, con desconocimiento de las asimetrías económicas y políticas que definen las relaciones entre ellas”[1]. Para este autor sin embargo, la globalización es una suerte de fase superior del imperialismo. También discute con un sector de la izquierda -precisamente con Michael Hardt y Antonio Negri, autores de “Imperio” (2000)- que plantea que concluyó el tiempo del imperialismo, pero subsiste el imperio. Para Borón este concepto es abstracto e imbatible, además de que ayuda a desmotivar y desarmar ideológicamente a las fuerzas sociales y políticas.


Para el autor el imperialismo entonces continúa siendo la fase superior del capitalismo, pero con rasgos cada vez más predatorios. Su centro es Estados Unidos y la crisis económica general del sistema iniciada en 2008 estalló en el corazón mismo del imperio. Por tal motivo la militarización de la política exterior norteamericana (Plan Colombia y Plan Puebla-Panamá) tiene por meta apropiarse de los bienes comunes latinoamericanos, para de este modo seguir manteniendo su exagerado patrón de consumo y superar las diversas crisis -petróleo, cambio climático, agua y alimentos-, a expensas de nuestra región (la de mayor importancia estratégica para Estados Unidos). Ejemplos sobrados fueron los tentativos golpes en Bolivia y Ecuador -2008 y 2010 respectivamente-, el golpe militar en Honduras durante 2009 y el golpe de estado “constitucional” en Paraguay en 2012. También lo fueron la reactivación de la IV Flota y la ubicación de nuevas bases militares en Sudamérica. Obviamente todo esto fue posible con el apoyo de los medios oligopólicos de comunicación y de las fuerzas políticas más reaccionarias de América Latina (donde aumentó la criminalización de la protesta social).


El autor valora las pequeñas victorias de nuestra región sobre Estados Unidos, como fueron la derrota del ALCA en 2005, o la conformación de la UNASUR y la CELAC. Aunque el problema según él surge porque de seguir con esta “trayectoria” imperialista la humanidad encontraría su propia destrucción como especie. Desde allí plantea que la única solución sería establecer un nuevo sistema de apropiación de los bienes comunes que supere los planteos del “pachamamismo” y del “capitalismo verde", eligiendo claramente la opción del “ecosocialismo” como modo de producción pos-capitalista (retomando la vieja disyuntiva “socialismo o barbarie”[2]).


Si bien Borón aglutina a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia en el ala izquierda política y a otros en la centro-izquierda (Argentina, Brasil, Uruguay, etc.), como punto débil puede destacarse que no hay un análisis específico de cada proyecto de explotación de bienes comunes llevado a cabo en Latinoamérica, lo que lleva a Borón a alinear a todos los países de la región en un tipo de política económica-extractivista similar. Queda pendiente así un análisis crítico más profundo sobre las relaciones de las grandes multinacionales con los gobiernos provinciales y nacionales de la región (como Monsanto o Barrick Gold en Argentina por ejemplo).


Al ser un libro sobre geopolítica son interesantes las contribuciones ofrecidas en su apéndice sobre el papel de la cartografía y la visión del mundo que presenta la clase dominante a partir de ella. Los mapas que allí se presentan dejan en evidencia que la representación cartográfica “oficial” es una fiel expresión del sistema imperialista.


Por último se puede mencionar que, por cuestiones cronológicas, el autor no llega a mencionar hechos relevantes posteriores a la escritura del libro -publicado en 2012-, pero que están en perfecta sintonía con su análisis. La muerte de Hugo Chávez (con el vacío de conducción que acarrea), la elección del papa latinoamericano Jorge Bergoglio -ambos en marzo del 2013-, así como la reciente restitución de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba deben ser analizados dentro del marco que nos ofrece Atilio Borón. Después de todo para él la intención al escribir este libro es aportar una modesta contribución en la “batalla de las ideas”[3], sin caer en la intransigencia de la izquierda más radical.



Lucas Mobilia

Citas y Bibliografia:


[1] Atilio Borón, América Latina en la geopolítica del imperialismo, Buenos Aires, Ediciones Luxemburg, 2012 pág 18


[2] Expresión utilizada por Rosa Luxemburgo en 1916, inspirada en una frase de Friedrich Engels


[3] Atilio Borón. Op. cit., pág 242





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