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Pablo Javier Coronel

Rumbo al abismo: elecciones en EEUU | Huellas de la Historia

Este 5 de noviembre de 2024 se celebrarán las elecciones en los Estados Unidos de América. Una ocasión fundamental para las redefiniciones de poder ya que los contendientes principales proponen un cambio radical en las relaciones internas y externas del país de cara a cuatro años que pueden definir mucho del futuro de la humanidad. Guerras, nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, el abastecimiento de recursos naturales como el litio o el petróleo y el rol de los mega empresarios son factores determinantes a tener en cuenta para el mundo que se viene. Un nuevo orden mundial que tendrá sin dudas a EEUU, Rusia y China como ejes del debate.




Tenemos dos figuras que se enfrentaran en la contienda electoral con sus propias paletas de colores. Vamos a empezar hablando de la candidata del Partido Demócrata: Kamala Harris. Su llegada a la cabeza de la lista presidencial resultó a partir de la renuncia de su candidatura del actual presidente Joe Biden. Su estado de salud, principalmente su estado senil, lo llevaron a una estrepitosa derrota ante el candidato republicano en el primer debate entre ambos. La presión por que diera un paso al costado emergió de la opinión pública y luego se trasladó a los mandos del Partido al darse cuenta de que la derrota era segura si continuaba con su candidatura.


Es por eso que Kamala Harris fue ungida como candidata. Su figura reúne una serie de atributos ideales para contraponerse política y simbólicamente a su rival. Nacida en Oakland, California, con 60 años y siendo hija de migrantes afroamericanos es la encarnación de los valores e identidades opuestas a Donald Trump. Pero su mayor desafío es lograr separarse de la gestión de Biden, la cual estuvo atravesada por el COVID, la guerra entre Rusia y Ucrania pero también la crisis económica interna con un rebote inflacionario de grandes magnitudes. La gestión demócrata del Estado norteamericano fue tan mala que le abrió las puertas a Trump para un posible regreso.




La jugada estratégica del Partido Demócrata consiste entonces en ofrecer una narrativa en la cual Kamala Harris se presenta como una alternativa mejor a su rival tanto en lo moral como en lo político. Las acusaciones sobre Trump están lanzadas principalmente en resaltar sus vínculos con las autocracias del eje oriental como China, Rusia e Irán. Recuperar el valor de la “Libertad” también está entre la narrativa a partir de las regresiones en materia de aborto en algunos estados y la convicción republicana de derogar la ley. Kamala, por su origen, se siente más cercana a los diferentes grupos étnicos distintos a la tradición WASP (White Anglo-Saxon Protestant).


Por su lado, el Partido Republicano parece haber comprendido que alinearse detrás de Donald Trump era la fórmula para la victoria. A diferencia de la última elección e incluso su gobierno, el ex – presidente es el ariete de todo el movimiento republicano y vuelve a la carga con las mismas ideas: Make America Great Again. Sus enemigos vuelven a ser los migrantes y China mientras que sus aliados son aquellos tradicionales WASP dentro del país pero también lo que encarna Putin en el exterior. La figura del hombre fuerte de mano firme que viene a poner orden pone en alerta a las instituciones americanas sobre una posible autocracia con un poder mucho más concentrado en torno al hipotético presidente.


Así las cosas, lo que podemos observar es que el consenso general entre ambos partidos es que la situación de Estados Unidos es crítica. Lo diferente es el modo en el cual planean abordar el problema. Sin embargo, aunque algunos plantean el control migratorio y los otros piensen en formas de integración social de todas las diferencias étnicas, detrás de ambas fuerzas se encuentra un poder mucho mayor. El gran capital norteamericano reunido hoy en dos sectores fundamentales como la industria militar y las nuevas tecnologías ponen sus huevos en todas las canastas para continuar con sus esquemas de negocios.



 


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Creo que sería interesante dejar planteada una propuesta de análisis de estos dos grandes sectores. Uno mucho más antiguo y robusto como la gran industria militar que aun hoy se sigue moviendo bajo el esquema de guerra fría, fomentando bajo su poder de lobby la intervención de los EEUU en el mundo. Esta tendencia parecería estar más asociada al Partido Demócrata a partir de la declaración de un Joe Biden recién asumido en donde anunciaba que “América estaba de nuevo en el mundo”. La gestión de la crisis a partir de la guerra en Ucrania y en Gaza va de la mano de alimentar de recursos esta industria.


Por otro lado, tenemos el sector de la tecnología. Empresas como Apple, Tesla o Google condensan gran parte de los recursos generados por EEUU. La apuesta por la producción dentro del territorio americano y el traslado de las plantas industriales de China, suponen la necesidad de una mano de obra con salarios chinos pero en suelo propio. Así es como vemos a los CEO de estas empresas, como Elon Musk, haciendo campaña por Trump y su proyecto de proteccionismo económico. Algo que no pudo terminar de cumplir en su última gestión pero que sería más viable después de la inflación y la depreciación del salario en la gestión Biden.


Las cartas están echadas, serán los ciudadanos y el corporativo sistema electoral norteamericano quienes decidirán qué rumbo tomará el país del norte. A su vez, el mundo espera expectante ver para qué lado cae la moneda y pensar como seguirá la humanidad en los años venideros.


Pablo Javier Coronel

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