La Segunda República Española: Memoria, Lenguaje y Lucha por la Verdad | Huellas de la Historia
- Pablo Javier Coronel
- 14 abr
- 3 Min. de lectura
El nacimiento de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931 marca una fecha clave en la historia española. Su caída no es solo un episodio trágico del pasado: es una herida abierta que sigue resonando en la memoria colectiva, en los relatos familiares y en las políticas públicas de España y más allá. En este contexto, voces como la de Mónica Puertas, socióloga e hija de exiliados, resultan fundamentales para iluminar nuevas perspectivas sobre el conflicto y su legado. En nuestras "Charlitas de Historia" estuvimos hablando sobre la Segunda República y el golpe de Franco.

La Segunda República: Una Historia por Reivindicar
Un aspecto clave en esta relectura histórica es la reivindicación de la Segunda República. Lejos de ser un período caótico como algunos discursos autoritarios lo han pintado, fue una experiencia democrática con profundos procesos de transformación social. Su representación como un fracaso ha servido históricamente para justificar la irrupción del franquismo. Mónica Puertas lo expresa con claridad en uno de sus testimonios:
“La República era una democracia con los problemas que tiene cualquier democracia, y además muy joven. No hay que olvidar que hubo solo dos repúblicas en siglos dominados por la monarquía. Entonces, por más que ganes las elecciones, después tenés que llenar de cuadros burocráticos el Estado: te falta gente, te falta experiencia política.
Algo que me parece muy importante, y que no todos los historiadores destacan, es que la Segunda República no termina en el 36, como suele decirse. Para muchos, eso le da cierta legitimidad al gobierno de facto. Pero la República dura hasta 1939. Hubo muchas ciudades donde todavía estaba vigente.
En este proceso de invisibilización también nos perdemos experiencias fundamentales, como la anarquista en Barcelona y otras formas de organización autónoma de distintos sectores de la clase obrera, que se mantuvieron activas hasta 1939. El momento en que se firma la defunción final de la República es el 1° de abril, cuando Franco logra concentrar todo el poder.”
Este tipo de miradas subraya la necesidad de revisar los consensos historiográficos y recuperar aquellas voces que, como la de Puertas, ponen el foco en las experiencias populares, la resistencia obrera y los procesos de organización que marcaron los últimos años de la República.
Entre el Recuerdo y el Silencio
Desde su rol como guía en la ex-ESMA —un antiguo centro clandestino de detención en Argentina, hoy convertido en espacio de memoria— Mónica Puertas ha tejido puentes entre la historia argentina y la española. Con una mirada sociológica, aborda la Guerra Civil no como una simple confrontación militar, sino como un proceso sistemático de violencia que merece ser analizado desde el prisma del genocidio.
Para Puertas, hablar de "guerra civil" puede ser engañoso: “se corre el riesgo de invisibilizar la brutalidad estructural del franquismo y su intención de aniquilar no solo a los adversarios políticos, sino a todo un entramado social”. Frente a esto, propone resignificar los términos con los que contamos la historia.
La Historia Como Herramienta Política
Uno de los ejes más potentes en su análisis es la crítica al lenguaje dominante. ¿Por qué llamar "nacionalistas" a los sublevados franquistas cuando su accionar fue, en muchos casos, más cercano al terrorismo de Estado que a la defensa de una nación? Mónica propone utilizar palabras que reflejen con mayor precisión la violencia y la intencionalidad política del conflicto.
Esta necesidad de revisar el relato se conecta con otro punto central: la despolitización de las víctimas. Así como ocurrió durante la última dictadura argentina, muchas narrativas tienden a borrar la dimensión política de quienes fueron perseguidos, convirtiéndolos en víctimas abstractas en lugar de sujetos activos con ideales y luchas.
El Presente como Escenario de Lucha
Hoy, la herencia de la Guerra Civil sigue viva en España. Las leyes de memoria, la resignificación de monumentos, los juicios simbólicos, y las batallas culturales son prueba de que el pasado aún interpela al presente. Y, como subraya Mónica Puertas, para entender verdaderamente ese pasado, es necesario dejar de hablar únicamente de batallas y comenzar a hablar de las personas, de sus vínculos, de lo que se destruyó y de lo que puede reconstruirse.
Conclusión
Revisar la historia no es un acto de revisionismo, sino una apuesta ética por la verdad. La mirada sociológica de Mónica Puertas nos invita a desafiar los relatos oficiales, a nombrar las cosas por su nombre y a construir una memoria que no sea cómplice del olvido. Porque solo entendiendo el pasado con todas sus complejidades, podremos construir un futuro más justo.
Pablo Javier Coronel
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