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Pablo Javier Coronel

México: Campesinos y Estado Revolucionario

La Revolución Mexicana va a ser un hito clave en el tipo de relación establecida entre Estado y movimiento campesino. Pero para entender dicho proceso de manera íntegra se debe tener en cuenta la historia del campesinado mexicano.

La primer revuelta campesina la podemos rastrear en1869, de la mano de Julio López Chávez que expresaba: “Habíamos creído que el triunfo de la República sería el verdadero triunfo del pueblo, ya que los hacendados se habían refugiado en los faldones del imperio; pero con suma tristeza hemos visto que estos mismos hacendados han tenido refugio en los faldones republicanos, lastimándose así los intereses de los pobres.” Desde el momento del triunfo del capitalismo quedaba ya esbozada la contradicción histórica irreconciliable entre los nuevos explotados y explotadores.


El proceso de la formación del capitalismo en México se remonta a las reformas liberales expresadas en la constitución de 1857 y ejecutadas (después de las guerras contra el sector conservador) a partir de 1868 durante el mandato de Benito Juárez. Dichas reformas establecían la expropiación de tierras a las congregaciones eclesiásticas y civiles (fundamentalmente las comunidades indígenas campesinas). Al remate de estas tierras se sumaron las leyes de colonización, bajo las cuales se formaron las llamadas “compañías deslindadoras”, que debían delimitar tierras baldías y traer colonos extranjeros para que las trabajaran, quedando ellas con el tercio de las tierras como pago de su trabajo. Las compañías fueron otra de las formas de despojo a las comunidades indígenas. Como expone Gilly, “El objetivo de esta gigantesca operación de despojo de tierras – que aparecía continuando, bajo formas y con fines diferentes, los despojos de la época colonial – no era solamente constituir grandes propiedades agrarias, sino también disponer de jornaleros libres, carentes de toda propiedad fuera de su fuerza de trabajo”. Esta apropiación genero sus resistencias (caso de la guerra del Yaqui) encendiendo un sinfín de guerrillas locales de las haciendas contra los pueblos, apoyadas por los cuerpos represivos del Estado o por sus propias guardias privadas contra la resistencia tenaz de los campesinos. Las fuerzas de represión que condujeron estas acciones fueron por un lado el ejército federal y, por el otro, la policía rural al servicio de los terratenientes y de los jefes políticos locales.


Pero como relata Gilly, el mundo entraba en la era del imperialismo que determinaría en adelante la forma de inserción del país en el nuevo mercado mundial y en el proceso de acumulación a escala igualmente mundial, así como las nuevas formas de explotación del trabajo: hacienda porfiriana moderna y economía de plantación, desarrollo industrial en ciertas ramas (ferrocarriles, textiles, alimentación, luego electricidad), nuevo auge y modernización de la industria minera, ruina del artesanado y del pequeño productor campesino, proletarización y pauperización con la presencia permanente de un ejército industrial de reserva.


“Así la historia del México porfiriano es, en esencia, la historia del proceso de conformación y desarrollo impetuoso del capitalismo nacional en las condiciones de la expansión mundial del capital en la era del ascenso del imperialismo; y en consecuencia, la historia de la acumulación de las contradicciones que condujeran a la formación social mexicana al estallido revolucionario de 1910". Los excesos a que se llegó durante la dictadura porfirista en el sometimiento de las masas trabajadoras y en el despojo de los más débiles, sobre todo en el campo, estuvieron directamente relacionados en el origen de la insurgencia del campesinado y la Revolución.


Durante la primera etapa revolucionaria, el movimiento campesino funcionó básicamente como capital humano de la oposición al régimen operado desde los sectores urbanos opuestos al régimen. Su excesivo regionalismo, como en los casos del zapatismo (en el Sur) y el villismo (en el Norte), les impedía llevar a cabo un programa de alcance nacional. Esto no quita que tuvieran un programa, el “Plan de Ayala” quizás sea el ejemplo más reconocido con el “Manifiesto a la Nación”. En este último se expresa “la devolución de las tierras a los despojados y el reparto de las haciendas y de los ejidos entre los que quieran hacerlos producir con el esfuerzo de su brazo”. Es interesante destacar como Zapata, representante máximo del movimiento campesino más radicalizado, observa que la revolución ha sido traicionada primero por Madero y luego por Carranza, ambos presidentes del nuevo régimen revolucionario.


Después de 1910, el movimiento campesino tuvo que salir nuevamente a buscar sus objetivos programáticos. En el periodo de 1913 y 1915, se inicia una nueva escalada de violencia entre el movimiento campesino radicalizado y el de los llamados “constitucionalistas” (con Carranza a la cabeza). Los ejércitos campesinos fueron duramente derrotados y desde el Estado se sentaron las bases para comenzar a arrebatar de manos de los más radicalizados el control del movimiento agrario, fundamentalmente con la Ley Agraria del 6 de enero de 1915 y el proyecto de desarrollar una nueva Constitución con un fuerte contenido social y con algunas de las reivindicaciones de la Revolución. En el artículo 27, se establece que la propiedad del suelo es de la “nación” y será ella la única de decidir el tipo de propiedad que se establecerá sobre ella, centralizando así en el Estado la resolución de esta problemática.


Después de dirimir los conflictos internos y sofocados todos los frentes más radicalizados (Zapata y Villa principalmente), el Estado mexicano, intentara dejar atrás la Revolución. Mediante un sinfín de mecanismos legales (Leyes Agrarias, nueva Constitución, Sindicalización del campesinado) dará paso al nuevo régimen postrevolucionario. En 1920 el nuevo orden se hace carne en el general Álvaro Obregón.


El movimiento campesino, comenzara a ser un problema para los estadistas y las medidas pacificantes se verán incrementadas. En palabras de Bartra será mediante el “agrarismo institucional” que se encausaran estas problemáticas. Durante los gobiernos de Obregón y Calles, el agrarismo será un movimiento institucionalizado que se desarrollará dentro del Estado postrevolucionario y en conformidad con sus reglas de juego. Pero el agrarismo contiene también, en germen, la negación del nuevo orden. Al agrarismo, se van a sumar las masas de campesinos que no habían participado de la lucha armada y se beneficiaran del medido reparto agrario.


Si bien ciertos sectores del campesinado se someten más o menos fácilmente a la manipulación oficial, otros se apoyan en el agrarismo institucional para desarrollar luchas autónomas en cuyo curso radicalizan sus planteamientos reivindicativos y políticos, crean sus propias organizaciones de masas y constituyen un movimiento agrarista revolucionario e independiente que cuestiona desde dentro al agrarismo oficial y rebasa sus aparatos de control y manipulación. Pero es llamativo encontrar que una parte significativa de los campesinos que se oponen a la revolución hecha gobierno no lo hacen intentando radicalizar el proceso, sino que pretender frenarlo, no buscan ampliar la reforma agraria sino impedirla, no se enfrentan como revolucionarios sino como conservadores. El movimiento cristero es contrarrevolucionario y anti agrarista, pero también es popular. Cuenta con una amplia base campesina y cuya base social se moviliza espontáneamente. Con la primera cristiada de 1926 y la segunda de 1932, la revolución hecha gobierno cuenta con la última de las contrarrevoluciones masivas que terminaran de conformar, victoria mediante del gobierno, el tipo de Estado que perseguirá México en adelante.


Aplastados ambos movimientos y con la llegada de Cárdenas al poder, el Estado cerrara el ciclo de enfrentamientos y se dará una forma final. El flamante presidente va a profundizar el reparto de la tierra como ninguno de los predecesores lo había hecho, zanjando definitivamente en líneas generales el problema de la tierra. Pero a un costo quizás demasiado alto para el campesinado. En 1938 se funda la CNC (Confederación Nacional Campesina). Ésta organización es fundada de arriba hacia abajo y es la única con entidad reconocida jurídicamente a nivel nacional. Se encargara de nuclear todos los reclamos y termina conformando una burocracia dura que responderá al indefectiblemente al Estado quitando todo tipo de autonomía organizativa al movimiento campesino.


De esta manera se cierra el ciclo conflictivo entre movimiento campesino y Estado, con una profunda derrota del primero que terminara atándose al control central dejando atrás la llama revolucionaria de tantos años de lucha.


Pablo Javier Coronel


Bibliografía Utilizada




-Gilberto Arguello. “El primer medio siglo de vida independiente (1821-1867)” en Enrique Semo (Coord.) México, un pueblo en la historia. México, Nueva Imagen, 1983. Vol. 2, pág. 169


-Adolfo Gilly. La revolución interrumpida .México, Ediciones Era, 1994, cap. 1: “El desarrollo capitalista”, pág.20


-Arnaldo Córdova. La revolución y el estado en México. México, Era, 1989, pág. 36


-VV.AA: “Manifiesto a la Nación” en CEHAM. El ejército campesino del sur. (Ideología, organización y programa). México, CEHAM, 1982, pág. 171


-Armando Bartra. Los herederos de Zapata. Movimientos campesinos posrevolucionarios en México. México, Era, 1992, pág. 36

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