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Crisis del Sistema Feudal

¿Cómo se entiende que un régimen tan rígido como fue el del Señorío banal a lo largo de Europa pudo desintegrarse hasta reducirse a una mínima expresión?


La respuesta de esto debe comenzar a rastrearse en un proceso que fue central para la evolución de las sociedades medievales como fue el del renacimiento urbano de los siglos XI y XII particularmente. La Ciudad Medieval reúne características que le son propias y que se diferencian de la Ciudad Antigua.

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Aparece como un espacio que centraliza y nuclea la producción del sector rural, se conforma como la residencia por excelencia de la clase aristocrática y su evolución va a dar lugar a la primera fase para la desintegración del orden feudal. La necesidad de la nobleza de contar con productos manufacturados (textiles, carpintería, herrería, etc.) hace que, dentro de las propias ciudades se geste la formación de un artesanado propiamente urbano. Así entonces va progresando una especialización del trabajo artesanal en las ciudades por fuera de la producción agraria/ganadera del campo. Ésta seria en términos de Medick la primera fase de la desintegración.


Estas nuevas y particulares formaciones sociales que empiezan a desarrollarse en las ciudades van a ser el motor fundamental de los cambios que tendrán lugar a partir del siglo XIV. Las llamadas burguesías se forman a partir de la reactivación del comercio de las grandes urbes. Según Pirenne, “al mismo tiempo que se desarrolló como clase social, dicha burguesía se constituyo también como clase jurídica.”[1] Es de radical importancia este aspecto, porque a medida que se institucionaliza como clase se observa la diferencia respecto a la servidumbre rural. El hombre de ciudad goza de libertades después de residir “un año y un día en el recinto de las villas.”[2] Así entonces, este nuevo extracto social libre comienza su proceso de enriquecimiento y acumulación diferenciándose de las antiguas clases feudales estableciendo su capital mercantil en “colonias urbanas”, apoyándose en los pequeños artesanados de las ciudades para intercambiar en el extranjero.

Medick reconoce una segunda fase para la descomposición y es la caracterizada por la inversión de la citada división del trabajo y “el creciente recurso del capital mercantil a organizar industrias rurales en el campo sobre una base regional.”[3]

Dos fueron los motivos principales para esta reubicación del capital mercantil hacia el sector rural: por un lado el gran crecimiento de los gremios en las ciudades comenzaba a ejercer presiones sobre el comercio, por otro lado una masa de campesinos con pequeñas extensiones de tierras, huéspedes instalados en colonias[4] o campesinos caídos en malas cosechas fueron aprovechados para la producción en masa para la exportación para el mercado en general. De esta manera las manufacturas se establecían en el ámbito rural, en las aldeas sin corporaciones, etc.


“La producción de mercancías industriales, especialmente textiles y metales, fue abandonando progresivamente las ciudades para organizarse como industria familiar en el campo, donde se dedicaban a ella por un igual campesinos-kulaks y mercaderes capitalistas-putters-out (es decir, comerciantes ejerciendo como patronos de trabajo a domicilio). Una precondición esencial de este proceso fue el aumento de la diferenciación de clases y de la polarización de la población rural.”[5]


Para entender este fenómeno Kriedte nos acerca el concepto de “protoindustrialización, entendida como industrialización previa a la industrialización.”[6] La define como el desarrollo de regiones rurales en las que la mayoría de la población vivía completamente de la producción manufacturera masiva dirigida a los mercados interregionales o internacionales. Este fenómeno solo podría establecerse donde el sistema feudal se había debilitado o había iniciado ya un proceso de desintegración como vimos anteriormente.


Para ser posible este proceso primero se dieron ciertas características específicas de este periodo. La producción paso a ser dominada por “la pequeña producción campesina” y aunque las relaciones de poder seguían determinadas por la apropiación por partes de los señores de buena parte del producto agrario, ello no ocurriría por medio de la prestación forzosa, sino mediante la renta en especie o en metálico. “El contenido principal de las relaciones señor-campesino paso a estar constituido por los pagos de transferencia (en especie o en dinero) a favor del primero.”[7] Así entonces los campesinos pueden hacerse cargo del proceso productivo generalmente direccionado hacia el mercado interregional o internacional para poder sobrellevar las cargas fiscales de los señores. Este hecho novedoso y revolucionario en parte, se va a acentuar a partir de la Baja Edad Media cuando a la exacción feudal se sume la del incipiente Estado superponiéndose gradualmente a aquella. “El resultado de este proceso es un «feudalismo centralizado» (G. Bois), que si bien no reemplaza al feudalismo parcelado, sino que lo complementa y en un principio aumenta su margen de acción, a la larga no obstante acabara con constreñirlo. Su característica fue la redistribución del plusproducto captado por el estado entre los señores feudales.”[8]


Ahora bien, todos estos procesos enumerados anteriormente en qué momento y cómo entran en crisis. Es necesario entender y conocer qué factores fueron desencadenantes para la desarticulación total del sistema feudal basado en el señorío. En las líneas que siguen hare un repaso de estos hechos históricos.

Hay dos factores que son determinantes y letales para el sistema feudal, además de todos los cambios internos que se desarrollan y que ya he enunciado. Estos son: las hambrunas y pestes; y la generalización de las guerras de unificación llevadas adelantes por los incipientes Estados monárquicos tanto en Francia e Inglaterra (guerra de los Cien Años) y en la península Ibérica.


El comienzo de la crisis podría situarse a principios del siglo XIV cuando entre 1315 y 1317 una gigantesca hambruna asolo a Europa septentrional. Según Bonnassie, el sistema económico-social (el feudalismo) se rebeló ni capaz de curar el mal, peor aún, o agravo. Los señores, cuyas rentas descendían a causa de la subproducción, buscaron nuevos recursos que encontraron en el servicio al rey y en la guerra. “En ambos casos, el campesino pago la factura de esa reconversión: por un lado, la fiscalidad real se hizo más intensa y se añadió a la fiscalidad señorial, por otro la guerra arruino los campos.”[9]


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El año 1347 trajo en los barcos de Oriente la llamada “Peste Negra” conocida como la peor de las epidemias de la historia europea. “A estas calamidades debidas a la naturaleza, la política añadió otras de idéntica crueldad. Italia, durante todo el siglo fue desgarrada por las luchas civiles. Alemania fue presa de una anarquía política permanente. La guerra de los cien años, en su fin y sobre todo arruino a Francia y agotó a Inglaterra. Así pues las circunstancias pesaron en forma agobiadora en la vida económica. El número de los consumidores se restringió y el mercado perdió parte de su poder de absorción.”[10]


Se puede observar en el siglo XIV una serie de revueltas campesinos con premisas diferentes a otros levantamientos anteriores. Cuenta con un alto componente social por fuera de los reclamos económicos contra las exacciones fiscales. Tenemos dos casos de gran importancia: uno entre el 28 de mayo y el 10 de junio de 1358 en la I´lle-de-France (jacquerie), la otra en 1381 en diferentes ciudades inglesas haciendo hincapié en Londres. Tomare del caso ingles para poder ejemplificar el periodo las cuestiones relevantes que permitan ver como todos los procesos desarrollados anteriormente se conjugan en este levantamiento social.


El estallido de 1381 fue repentino en los condados del sudoeste de Inglaterra y al parecer espontanea y sin organización. Fue un movimiento popular más que campesino, participaron de él trabajadores, jornaleros, pobres de Londres y los artesanos rurales evidenciando la presencia de estos últimos en el campo, así como también campesinos enriquecidos. Por último se estima que participaron también algunos sectores de las burguesías más acomodadas que se disputaban las gobernaciones con señores eclesiásticos particularmente. La tensión entre señores y campesinos, que se intensifico durante el siglo XIII y comienzos del XIV, creció tras la Peste Negra (1349) por dos razones. En primer lugar, había una escasez de dependientes respecto de la tierra disponible. Las muertes de la peste ocasionaron desaparición de familias campesinas. Los señores tenían en sus manos no solo las tenencias vacantes de estas familias desaparecidas sino también partes del conjunto de sus dominios que debido al crecimiento de los costes deseaban alquilar (el relativo excedente de tierra suponía una tendencia descendente en las rentas). Para combatir esta amenaza a sus ingresos, los señores utilizaban métodos coactivos para seguir dependientes y forzar los servicios. Donde se les presento la oportunidad implementaron las exacciones financieras de los dependientes serviles a las que tenían derecho. Estas medidas exacerbaron las tensiones naturales entre propietarios y dependientes. En segundo lugar, había escasez de mano de obra ello era consecuencia de la gran mortalidad de la peste bubónica. La mano de obra a jornal se hizo escasa no solo por las muertes en la población trabajadora, sino porque había más tierra disponible para proveer a la subsistencia de quienes previamente necesitaban trabajar por un salario para vivir. Había una competencia creciente entre señores y campesinos ricos por la mano de obra disponible, y los señores encontraban difícil, sino imposible, controlar el movimiento de aquellos que querían dejar el manor en busca de empleo bien pagado.[11]


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La exigencia más importante de los rebeldes de 1381 fue la abolición de la servidumbre. El proceso de industrialización rural en el siglo XIV, que incluyo la emigración de elementos foráneos, incremento el componente libre de la población. En esas condiciones los intentos de los villein de frenar los incrementos de rentas y servicios mediante la reivindicación de la libertad debieron verse estimulados al observar las condiciones económicas relativamente favorables, así como las condiciones legales y sociales, de los vecinos dependientes libres, es decir, rentas fijas en dinero y bajas, libertad en movimiento, libertar para comprar y vender ganado, libertad para comprar y vender tierra, libertad de exacciones arbitrarias. La libertad era, por lo tanto, un concepto que, cuando abarcaba las condiciones practicas de tenencia y condición, resultaba económica y socialmente ventajoso en especial para los campesinos que deseaban producir para el mercado.[12] Además de la demanda de la condición de libre, entre otras exigencias, se pedía por el final de cualquier homenaje y servicio a los señores, la distribución de todos los señoríos (excepto el del rey) entre todos, es decir la abolición del Señorío. Se proponía además el establecimiento de la policía popular, el final del control sobre el trabajo, la división de las propiedades de la iglesia entre la comunidad, que el clero careciera de propiedad excepto la necesaria para la subsistencia. Aunque la revuelta no logró sus objetivos declarados, sí logró cierto éxito al demostrar a la nobleza que los campesinos no estaban satisfechos y que eran capaces de causar estragos. A más largo plazo, la rebelión ayudó a formar una tradición radical en la política británica.




Pablo Javier Coronel.

Referencias Bibliográficas :


[1] Pirenne, Henri: Historia económica y social de la edad media. Claridad, Buenos Aires 2009. Pág:49


[2] Pirenne, Henri: Historia económica y social de la edad media. Claridad, Buenos Aires 2009. Pág:51


[3] Medick, H.: “La Transición del feudalismo al capitalismo: renovación del debate” en SAMUEL, R. (ed.): Historia popular y teoría socialista. Barcelona 1984. Pág.: 184.


[4] Pirenne, Henri: óp. cit, pág. 66.


[5] Medick, H.: óp. cit, pág. 183.


[6] Kriedte: industrialización antes de la industrialización. Barcelona 1986. Pág:18


[7] Kriedte: óp. cit, pág. 303


[8] Kriedte: óp. cit, pág. 304


[9] Bonnassie, Pierre: óp. cit, pág. 112


[10] Pirenne, Henri: óp. cit, pág.: 168


[11] Hilton, R.: conflicto de clases y crisis del feudalismo. Barcelona ,1988. Pág:127-128


[12] Hilton, R.: Ibídem. Pág.: 130

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