¿Sin Novedad en el Frente?
En los últimos días se ha estrenado en Netflix la película “Sin Novedad en el Frente” del director alemán Edward Berger. Se basa en la novela del mismo nombre de 1929 bajo la firma del autor Erich Maria Remarque. Cuenta la historia de un grupo de jóvenes que se enlista voluntariamente en el ejército alemán para combatir en el frente occidental contra los franceses durante la Primera Guerra Mundial.
Este enfrentamiento bélico comenzó en 1914 cuando los imperios europeos comienzan a enfrentarse después de años de expansión capitalista. La industria de guerra comienza a fortalecer a los estados desde fines del siglo XIX. Tanques, uniformes, transportes, armamentos son fabricados principalmente en los complejos industriales de Alemania, Gran Bretaña, Rusia y Francia entre otros países. El detonante final fue el enfrentamiento entre Serbia y el Imperio Austro-Húngaro que termina arrastrando a las demás potencias producto de los pactos militares anteriormente firmados. El imperio ruso salió en defensa de los serbios, mientras que Alemania lo hizo por sus aliados austrohúngaros. Para garantizar el frente oriental, debía cuidar su retaguardia invadiendo Bélgica, por lo que Francia e Inglaterra salen en defensa de los belgas. Se conforman dos coaliciones: Alemania, Austria-Hungría e Italia frente a Rusia, Francia e Inglaterra. Luego se sumaría EEUU contra Alemania.
En la película podemos observar una serie de tópicos que nos parecieron interesantes para reflexionar desde el presente. El problema de las formas de construcción de la masculinidad, el fervor nacionalista de la clase obrera, la mirada antibelicista desde los derrotados, las contradicciones de clase y el daño psicológico de los combatientes.
Construcción de la masculinidad y fervor nacionalista de la clase obrera
Cuando observamos el momento en que los jóvenes deciden enlistarse en el ejército alemán de forma voluntaria podemos ver que son básicamente dos los motivos por lo que lo hacen: la construcción de la masculinidad y el fervor nacionalista. Es decir, no están pensando en la competencia imperialista, ni están haciendo un análisis geopolítico de la situación internacional. Se mueven por intereses no tan relevantes a nivel general, pero si para su vida cotidiana de los sujetos intervinientes.
En cuanto a la construcción de la masculinidad, podemos ver como parecen desafiarse entre ellos a ver si “se animan” a enlistarse. Más tarde vemos como un general los alienta poniendo valores que representarían esa masculinidad: la fuerza, el coraje, la supremacía, etc. En la escena siguiente vemos como en los cantos mientras marchan hablan de conseguir una mujer para casarse en el frente. El ejército y la guerra eran entendidos como medios para validar la masculinidad. El uso de la fuerza y la violencia era la forma por la cual los jóvenes del siglo XX se construían como varones.
Por otro lado, vemos el fervor nacionalista. Al momento de enlistarse, durante la arenga de los jerarcas militares del imperio alemán, se exacerban los valores nacionales. Poner a Alemania por sobre las otras naciones y un cierto “destino manifiesto” de expansión por Europa. El enfrentamiento nacional contra Francia se siente en toda esta parte inicial. Los jóvenes van al frente para demostrarle a los franceses quien es mejor. El discurso nacional permea en la clase obrera de una forma tal, que no parecen reflexionar en ese primer momento de la inutilidad de la guerra.
Contradicciones de clase y daño psicológico
Uno de los ejes que recorre la película y que se perciben claramente son las contradicciones de clase. Los jóvenes que llegan al frente con su moral alta sin saber a lo que se enfrentan van derrumbando su forma de ver las cosas. Pero se ve claramente sobre las escenas finales como las diferencias de clases sociales son tan disímiles entre unos y otros. Entre burgueses y obreros.
En muchos diálogos, los soldados reflexionan sobre que los espera al regreso. Muchos prefieren morir en el frente porque no les espera nada a la vuelta. Tampoco imaginan volver a sus vidas anteriores, más bien piensan en juntarse a comer patatas asadas con sus compañeros del frente. Sin embargo, los jerarcas militares saben que después de la guerra los espera un futuro prominente en sus empresas o en sus carreras militares dentro de la burocracia estatal.
Las contradicciones llegan al extremo de que el futuro es tan oscuro para la clase obrera que algunos prefieren el suicidio. El daño psicológico causado en el frente de batalla, sumada a la falta de futuro al regreso es un combo letal para muchos de los que combaten. No es casual que se produzca la revolución espartaquista y un ascenso de la socialdemocracia luego de la derrota militar. El descontento social es tal que todo el aparato imperial se desploma y se reedifica sobre nueva bases que sostienen a la burguesía en el poder.
Mirada antibelicista desde los derrotados
La derrota de Alemania fue un golpe durísimo para los millones que quedaron vivos. El clima de posguerra fomentó una gran literatura que reflejaba los horrores en el frente. Se busca en esas obras reflexionar sobre las causas de la guerra, así como las consecuencias y las injusticias durante el enfrentamiento bélico. Si tenemos en cuenta que son 2 millones los soldados que no vuelven y que más de 4 millones de alemanes vuelven heridos, podemos suponer el trauma que vive la sociedad.
La literatura antibelicista, luego convertido en cine, tiene una completa actualidad. Que sea una de las películas más vistas de la plataforma nos habla de un interés por la sociedad en la guerra. Los múltiples casos de enfrentamiento en el mundo y quizás más fuertemente en Ucrania, nos permite pensar que la población está muy susceptible a esta problemática.
Quizás más que nunca, el clima de la primera guerra mundial se vive en la actualidad. La conformación de un mundo multipolar después de lo que fue la hegemonía total de EEUU se espeja con aquel de los imperios europeos. Superpotencias como Rusia, China, la Unión Europea y el propio EEUU, junto a países emergentes como India y Brasil entre otros, marcan la competencia imperialista mundial actual. Lo que sucede en Ucrania es justamente la culminación de un proceso de carrera armamentística de dos grandes ejes competidores: La OTAN y Rusia-China.
Sin dudas, pararse como clase obrera ante este problema es fundamental. Nos dejaremos arrastrar a la guerra como aquellos alemanes o alentaremos campañas de boicot a la guerra. Iremos mansamente por valores superfluos o tomaremos conciencia de nuestros intereses como clase. Mataremos camaradas de países vecinos o pujaremos por desplazar del poder a las burguesías criminales que compiten por aumentar sus márgenes de ganancia contra otras burguesías nacionales.
Pablo Javier Coronel
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