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Imperio Persa y su influencia en el mundo occidental (Parte I)

Poco se habla sobre los impactos de los imperios orientales en la historia, por la tendencia a ignorar las fuertes contribuciones de su cultura y sus grandes logros. Un singular ejemplo es el Imperio Persa, quienes tuvieron una gran estructura que los mantuvo dominando un vasto territorio durante más de dos siglos, alcanzando influir en gran medida al mundo occidental.

El Imperio Persa inició en el año 550 a. C. y se disolvió en el 330 a. C., se caracterizó por ser uno de los más tolerables y patrimoniales de la historia antigua, siendo respetuoso con las estructuras sociales y religiones de cada pueblo conquistado. Esto fue una estrategia fundamental para enmarcar el inicio de las conquistas de Ciro II “El Grande” de la dinastía aqueménida, quien brindó la estabilidad necesaria para establecer uno de los imperios con más grande extensión territorial que se ubicó en Asia Menor, Ucracia y el Sur de Rusia; las siguientes administraciones sucedieron las mismas políticas de tolerancia.


La monarquía fue el modo de organización para los persas, basándose en una política donde el rey es la figura de máxima autoridad y toda la población que esté dentro de sus confines serán sus súbditos. La figura del monarca fue vista como un enviado de un Dios, quien gozaba del poder de los templos, liderazgo militar y fuente del derecho. A pesar de esto, no se han encontrado evidencia de los reyes del imperio persa se consideraron a sí mismos como personas sagradas.


Más adelante, la religión de Zoroastro le dio una nueva representación al monarca Dario I, promoviéndolo como una suerte de salvación en aquellos pueblos que bloqueaban los dominios persas.


“Darío, en sus enfrentamientos por consolidar el poder estuvo sostenido por la fuerza espiritual de las enseñanzas de Zoroastro. Con ello, él representaba el reino en nombre de la verdad, de la justicia y del bien del género humano; por contraposición, sus enemigos eran las fuerzas del mal que conspiraban para la ruina del mundo. Era evidente que las razones de carácter político convergían con las económicas y con los motivos religiosos en el momento de realizar la conquista total del mundo mediterráneo de modo que las fuerzas del mal pudieran ser erradicadas”[1].


Por otro lado, se distribuyó las clases sociales en cuatro grandes bloques, los cuales fueron: Los Asravan, quienes se dedicaron al culto; los Arteshtar, guerreros y guardianes del trono; Vastriosh, trabajadores del sector agricultor; y los Houtoukhshi, dedicados a todos las labores. Las provincias eran “satrapías” que mantuvieron las organizaciones anteriores pero eran dominadas por un sátrapa, que a su vez eran subordinados al rey.


Luego de que los persas conquistaran Sades, la capital de Lidia, comenzaron los conflictos con los griegos por sus beneficios económicos por ser una de las capitales con mayor circulación comercial y acumulación de riquezas.


“La conquista de Lidia por parte de los persas significaba un aumento aun mayor del potencial económico persa que amenazaba con desestabilizar todo el sistema de estados del Mediterráneo occidental a través del comercio o bien la mera potencia militar”[2].


Los persas siguieron con su marcha por la conquista de occidente, esto dio inicio a la primera Guerra Médica con sus primeras expediciones contra Atenas y Eretria; ambas resultaron alentadoras mientras Jonia se mantuvo sometida a su voluntad. La primera campaña fue dirigida por Mardonio en 492 a. C., obteniendo el territorio de Macedonia, Tasos y Tracia. Sin embargo, la flota persa naufragó por la península Calcídica, obligándolos a regresar.


Darío no se rindió, siguió con su segunda expedición bajo el mando de Datis y Artafernes, quienes anexaron al territorio persa la Isla de Naxon y Delos, también tomaron Caristo, Eubea y Eretría. Al desembarcar en Maratón, las tropas atenienses obtuvieron la victoria sobre los persas, terminando así en el año 490 a. C., con la primera Guerra Médica.


Para el 486 a. C., los persas se estaban preparando para iniciar una nueva campaña hacia Grecia, subieron los impuestos y estaban construyendo una flota naval, pero esto se vio interrumpida por la rebelión de Egipto y por la inesperada muerte de Darío. Por un lado, Grecia preparó a su ejército y sus ciudades, mientras que Jerjes –nuevo monarca persa- realizó una serie de preparativos que a partir del año 484 a. C., como la construcción de canales y puentes, así como suministros en diferentes puntos estratégicos: ya se estaba gestando la Segunda Guerra Médica.


Los persas avanzaron por mar hacia Tracia y Acanto, mientras que por tierra entraron sin inconvenientes por Tempe, luego siguieron por Grecia Central. Esparta optó por parar los ataques por tierra y mar, consiguiendo a sus enemigos en Termópilas y Artemisio. Aunque se atribuye una gran defensa por parte de las tropas espartanas, Jerjes logró seguir hacia el sur tomando a su paso Beocia y Ática, luego atacaron Atenas. Al enterarse la flota griega de la caída del ejército espartano se retiró a Salamina a fortalecer sus tropas, fortificando el estrecho Istmo de Corintio con el fin de proteger el Peloponeso.


El general ateniense Temístocles organizó una emboscada a la flota persa en Salamina, logrando desorganizar y derrotar a la armada oriental. Esto logró que Jerjes se retirara a Asia, dejando a Mardonio al mando de la conquista. Más adelante, el ejército griego se dirigió al norte del Istmo, esta ofensiva se llamó “Batalla de Platea”, la cual consiguió una victoria por parte de los occidentales y la muerte de Mardonio; ese mismo día, en la Batalla de Mícala, la flota persa fue destruida en el Mar Egeo. Con estas derrotas el poder persa quedó oprimido, y dio paso a la ofensiva griega.


La imagen que tenemos del mundo oriental se ven distorsionadas por la influencia de las ideas occidentales; la historiografía no ha sido la excepción. Los griegos, padres del mundo occidental, se vieron atraídos por sus estrategias militares, su administración y cultura, hasta se pudo observar sus colaboraciones en varias ocasiones hacia el imperio persa.


Un aspecto que tuvo influencia en los griegos fue el religioso, en ese aspecto el autor Íñigo Eguaras Barado indicó que “es a partir del s. VI, que coincide con la expansión irania y creación del imperio, cuando empiezan aparecer en los presocráticos ideas no vistas antes y con interesantes paralelos iranios (…) Tampoco hay que desechar la propia tradición griega que en varias ocasiones afirma el origen oriental de la filosofía o la astronomía y presenta a sabios semilegendarios como Pitágoras como discípulos de Zoroastro”[3].


El filósofo Friedrich Nietzsche también se refirió a la atribución de los valores persas al decir que “No se me ha preguntado, pero se me debía haber preguntado que significa cabalmente en mi boca, en boca del primer inmoralista, el nombre de Zaratustra. Pues lo que constituye la inmensa singularidad de este persa de la historia, es justo lo contrario de eso, Zaratustra fue el primero en advertir que la auténtica rueda que hace mover las cosas es la lucha entre el bien y el mal –la transposición como fuerza, causa, fin en sí, es obra suya. Mas esa pregunta sería ya, en el fondo, la respuesta. Zarathustra creó ese error, el más fatal de todos, la moral. En consecuencia, también él tiene que ser el primero en reconocerlo”.


En esta primera parte hemos leído como las Guerras Médicas y el misticismo oriental logró calar en el imaginario griego, abriendo paso a grandes corrientes filosóficas y religiosas que siguen latentes en nuestros días.

Nakary Martin

[1] José Antonio Rodríguez Valcércel, “La realeza persa y su estructuración administrativa en la «historia» de Heródoto. Una confrontación entre Oriente y Occidente”.

[2] Andrés Sáez Geoffroy “Notas Respecto al Origen y Formación del Imperio Persa”.

[3] Íñigo Eguaras Barado “Influencia Irania en el Pensamiento Griego”.

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