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Chile tiene Memoria

En 1970, después de dos intentos fallidos, Salvador Allende es elegido como presidente constitucional de Chile. Su programa es el de la “Vía Chilena al Socialismo” que sucedió a la “Revolución en Libertad” del presidente democristiano Frei. Este último había generado una movilización de la sociedad producto de los planes de la Alianza para el Progreso en el país. La crisis económica desatada por las contradicciones de su modelo posibilitó el ascenso de la izquierda unida en la alianza de la Unión Popular.

El gobierno del nuevo presidente debió enfrentar nuevas contradicciones del sistema económico, pero fundamentalmente político y social. Las contradicciones de clase se tradujeron en un conflicto político al interior de la alianza de gobierno así como también en el enfrentamiento con sectores de la derecha y la burguesía internacional. La caída final a manos del ejército marcó la pauta del plan que se iba a operar en toda América Latina con las FFAA como exponentes de una unificación nacional que respondía a los intereses del imperialismo.


La vía chilena al socialismo consistía en cambiar las relaciones sociales desde el Estado. No se puede hablar de una revolución en términos estrictos, pero tampoco se puede hablar de un mero proyecto reformista. La clase obrera no pudo llegar al poder, sin embargo se operaron cambios sustanciales en la propiedad de los medios de producción.

Se podría decir que el gobierno de Allende fracasó entre otras cosas por las fracturas internas en su movimiento ante una oposición unificada. Las campañas de prensa, acompañadas por un lock-out patronal en 1972 pusieron en jaque y en conflicto a la alianza de gobierno. Las alternativas para la solución de estos conflictos fue lo que terminó de detonar y hacer añicos uno de los puntos fundamentales de los partidos de la alianza: la confianza entre los elementos.


La nacionalización del cobre y el fomento de la organización de la sociedad desde el Estado crearon las condiciones para el avance en la dirección socialista. Sin embargo, ante la amenaza de la derecha, el gobierno de Salvador Allende tuvo su vacilación más importante. La cuestión era si apoyarse en los sectores organizados de la población o desarrollar una estrategia dialoguista y acuerdista con una oposición intransigente.

Las condiciones para apoyarse en las masas parecían estar dadas. Desde el lock-out patronal de 1972, los trabajadores se habían organizado en Cordones Industriales. Ante el cierre de fábricas, los obreros tomaron los establecimientos y pusieron en marcha la producción. El estado generó instrumentos para el abastecimiento de los locales comerciales y la crisis pudo ser campeada. La experiencia de la autogestión sentó las bases de la conciencia de la clase obrera, sin embargo, después de un largo debate, el gobierno decidió terminar con la experiencia de los cordones.

En su lugar desarrollo una estrategia que consistía en el dialogo con sectores de la oposición de derecha, fundamentalmente con el ex-presidente Frei y sectores leales del ejercito. La moneda de cambio era la desmovilización de la clase obrera, fundamentalmente la organizada en los cordones. Las razzias policiales, a partir de la Ley de Control Armas ya hacían prever el fascismo dentro de las fuerzas de seguridad.


Después del intento golpista del 29 de junio de 1973, la situación parecía no poder revertirse. A pesar de la advertencia de las Coordinadoras de Cordones Industriales, el presidente Allende continuó con la estrategia dialoguista intentando desbaratar el golpismo por medio de la política. Sin embargo, cuando un sector como el de la derecha fascista no entiende de razonamientos es imposible poder llevar adelante este tipo de estrategia.

El 11 de Septiembre parecía encaminar a un destino fatal. El error estratégico de Allende lo hacía pagar con la vida. Los militares fascistas bombardearon el Palacio de La Moneda poniendo fin a la Vía Chilena al Socialismo y sentó las bases continentales más fuertes para el arribo del imperialismo estadounidense en la región. Chile tiene Memoria, del error de un presidente comprometido con su pueblo y de los criminales genocidas que siguen pisando las calles de Santiago ensangrentado.


Pablo Javier Coronel

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