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Omer Freixa

Mandela y sus nueve visiones para entender la realidad

El 18 de julio es el Día Internacional de Nelson Mandela, establecido por Naciones Unidas en 2009, para honrar la memoria del ícono sudafricano que se volvió una figura de renombre mundial. Parte de una generación de líderes africanos, Mandela empeñó 67 años de su larga vida a dedicarse a las causas justas, como velar por el término del oprobioso régimen del Apartheid. El objetivo de la jornada, fijada por su nacimiento, en 1918, es que en esa fecha sean dedicados 67 minutos personales (uno por cada año al que Mandela se dedicó al servicio público) para el beneficio de la comunidad.

El término del Apartheid y la responsabilidad de este político sudafricano son vitales para comprender el ingreso de Sudáfrica en la senda democrática y la aparición de su primer presidente africano, entre 1994 y 1999, que construyó el camino de la reconciliación. En efecto, ya en la presidencia, comentó: “Ahora trabajo con la misma gente que me envió a la cárcel, que acosaba a mi mujer, que acosaba a mis hijos de un colegio a otro… y yo era de los que decían: ‘Olvidemos el pasado y pensemos en el presente’.”.


Pero la militancia de quien fuera apodado Madiba es, a grandes rasgos, historia bien conocida, desde sus primeros pasos como figura notoria del Congreso Nacional Africano (CNA), transitando el juicio de Rivonia, cuyo resultado, tras una condena a prisión perpetua, le impuso casi tres décadas de presidio en la que fue testigo de diversos hechos, como la muerte de dos de sus hijos, las condiciones inhumanas en Robben Island y luego su traspaso a otras dos prisiones, hasta su liberación, en febrero de 1990, concomitante con el comienzo de la disolución del tan odiado régimen de supremacía blanca. Mandela ha dejado una inmensa cantidad de frases ilustres, así como su autobiografía, El largo camino hacia la libertad, comenzada en 1975 y publicada en 1994.


El objetivo de este artículo es repasar algunas de las citas no tan difundidas y conocidas del político africano más renombrado, agrupadas de acuerdo a temáticas diversas. Han sido escogidas de su correspondencia, de una anotación en cuadernos, así como de su autobiografía inédita, escrita durante los años 70, en prisión, y de una serie de conversaciones.


Liderazgo

Abierto al diálogo y tolerante con el disenso, Madiba reflexionó: “Los líderes se dan perfecta cuenta de que la crítica constructiva dentro de las estructuras de la organización, por muy incisiva que sea, es uno de los métodos más efectivos de tratar los problemas internos, de asegurarse de que las opiniones de todos y cada uno de los camaradas se toman cuidadosamente en consideración, de que si se espera que un compañero exprese sus puntos de vista con libertad no debe haber miedo a la marginación o, aún peor, a la persecución. Es un error grave por parte de cualquier líder mostrarse hipersensible ante la crítica, dirigir los debates como si él o ella fuera un profesor de escuela que habla a unos alumnos menos informados e inexpertos. Un líder debería fomentar y agradecer (el) intercambio de opiniones libre y sin restricciones. Pero nadie debería cuestionar nunca la honestidad de otro camarada, ya sea un líder o un miembro ordinario”.


Más adelante, en el mismo texto, se puede leer otra idea importante, en relación al manejo de la diversidad de opiniones en el seno del CNA: “Exigía una relación sana en la que pudiéramos afrontar los asuntos no como amo y siervos, sino como iguales, en la que cada camarada expresara sus opiniones con libertad y franqueza, y sin miedos a la persecución o a la marginación.”.


En relación a la forma de pronunciar sus discursos, tras su liberación, el ex presidente sudafricano, en conversación con Richard Stengel, autor y editor, con quien conversó mucho y colaboró en su famosa autobiografía, ante el comentario del último en referencia a la opinión de la gente sobre que Mandela no era un orador estimulante, él se defendió de la siguiente forma: “A las masas les gusta ver a alguien que es responsable y que habla de una forma responsable. Les gusta eso, y por eso evito las soflamas que exaltan a la muchedumbre. No quiero provocar a la multitud. Quiero que la multitud entienda lo que estamos haciendo y quiero infundirles espíritu de reconciliación”.


La violencia

Mandela se radicalizó tras la proscripción por el Apartheid de su partido, en 1960. Él fue perseguido y acusado de comunista por años. El brazo armado del CNA, uMkhonto weSizwe (MK, “La Lanza de la Nación”), creado en junio de 1961 tras el paso del CNA a la clandestinidad, tuvo a Mandela entre sus principales cabecillas. Al momento de ser arrestado, en agosto de 1962, era un rostro muy visible del grupo creado el año anterior. Madiba justificó la violencia como último recurso siempre que fuera efectiva ante la ineficacia de los métodos pacíficos. A Stengel le dijo: “El jefe (Albert Luthuli) era un ferviente discípulo del Mahatma Gandhi y creía en la no violencia por ser cristiano y por principios… Muchos de nosotros no…, porque adoptarlo como principio implica que, sea cual sea la posición, te aferrarás a la no violencia… Adoptamos la actitud de que nos aferraríamos a la no violencia sólo cuando las condiciones lo permitieran. Tan pronto como las condiciones giraran en contra, abandonaríamos automática la no violencia y utilizaríamos los métodos que requiriese la situación. Ése era nuestro enfoque. Nuestro enfoque era capacitar a la organización para dotarla de un liderazgo efectivo. Y si la adopción de la no violencia le confería esa efectividad, esa eficiencia, entonces nos decantaríamos por la no violencia. Pero si la situación demostrara que la no violencia no era efectiva, utilizaríamos otros medios”.


Más adelante, en otra conversación con Stengel, agregó: “El hecho de tener que usar métodos pacíficos o violentos lo determina puramente la situación… Cristo utilizaba la fuerza porque en esa situación concreta era el único lenguaje que podía usar. Y…, por tanto, no hay ningún principio que diga que no se puede usar la fuerza. Depende de la situación. Así es cómo enfocaría la cuestión”.


La política

Como mandatario de un importante Estado, Mandela pudo haber cometido errores. De hecho, él estuvo convencido que los dirigentes no están exentos de equivocarse. Mucho antes de llegar a la primera magistratura, escribió: “Sólo los políticos de sofá son inmunes a cometer errores. Las equivocaciones son intrínsecas a la actividad política. A aquellos que están en medio de una lucha política, que tienen que afrontar problemas prácticos y apremiantes, se les deja poco tiempo de reflexión, carecen de precedentes que los guíen y están destinados a equivocarse muchas veces. Pero con el tiempo, y siempre que sean flexibles y estén dispuestos a analizar su labor de un modo autocrítico, adquirirán la experiencia y la previsión necesarias para ser capaces de evitar los peligros habituales e identificar su camino en medio del bullicio de los acontecimientos”.


Su destino

Resulta interesante un fragmento suyo en el que Madiba le explicó a Stengel acerca de su destino. Este fragmento arroja luz sobre la forma en que Mandela construyó su camino como un gran líder: “Me estaban preparando para el cargo de jefe tradicional, pero entonces huí de un matrimonio forzado… Eso cambió toda mi trayectoria. Pero si me hubiera quedado en casa, hoy sería un respetado jefe, ¿sabes? Y tendría una gran barriga, ya sabes, y mucho ganado y ovejas”. Si Mandela hubiera seguido el segundo camino, la historia de Sudáfrica tal vez se hubiera escrito de una forma muy distinta.


Propósitos

Seleccionada en esta compilación por la demostración de sus nobles objetivos, en una carta remitida a un senador por Swazilandia, de 1970, Mandela remató la presente del siguiente modo: “El ancla de todos mis sueños es el saber colectivo del conjunto de la humanidad. Estoy más convencido que nunca de que la igualdad social es la única base de la felicidad humana. Mi mente gira en torno a esos pensamientos. Se centran en los humanos, en las ideas por las que luchan; en el nuevo mundo que está surgiendo; en la nueva generación que declara una guerra total contra todas las formas de crueldad, contra cualquier orden social que defienda los privilegios económicos para una minoría y que condene a la población a la pobreza y a las enfermedades, al analfabetismo y al sinfín de males que van de la mano de una sociedad estratificada.”.


El sida

Mandela afrontó la muerte de un hijo por enfermedad, a causa del virus HIV, en 2005. El Sida es una verdadera pandemia en África austral, con el mayor número de seropositivos del mundo y, donde, solo en Sudáfrica, según un estudio médico reciente, entre 2.000 niñas y jóvenes contraen el virus por semana. A comienzos de la década de 1990, el futuro presidente reflexionó sobre este mal y anotó en un cuaderno: “El sida es un problema serio que debería abordar el mundo entero. Ocuparse de él requiere recursos que superan con creces la capacidad de un continente. Ni un solo país tiene capacidad para afrontarlo. Una epidemia de sida destruirá o retrasará el crecimiento económico de todo el mundo. Se necesita una estrategia mundial y polifacética al respecto”.


Respeto y relación con el otro

Mandela demostró grandes valores en esta temática. En un manuscrito de su autobiografía inédita, escrita en prisión en los 70, escribió: “Acabé aceptando que no tengo ningún derecho a juzgar a los demás desde el punto de vista de mis propias costumbres, por muy orgulloso que esté de ellas; que despreciar a los demás porque no han cumplido con una costumbre concreta es una peligrosa forma de chovinismo. Me considero obligado a respetar como es debido mis costumbres y tradiciones, siempre que esas costumbres y tradiciones tiendan a mantenernos unidos y no entren en conflicto de ningún modo con los objetivos y propósitos de la lucha contra la opresión racial. Tampoco impondré mis propias costumbres a los demás, ni seguiré ninguna práctica que ofenda a mis compañeros, sobre todo ahora que la libertad se ha vuelto tan valiosa”.


Sobre la mujer, en una de las cartas que se le permitió redactar y enviar estando preso, le escribió a una abogada, en mayo de 1976, lo siguiente: “He estado fuera de combate hace ahora dieciséis años y puede que mis opiniones estén desfasadas. Pero nunca he considerado a las mujeres menos competentes que los hombres en ningún caso (...)”.

Casi tres años más tarde, le escribió a su segunda esposa, Winnie Mandela: “En la vida real no tratamos con dioses, sino con seres humanos normales como nosotros: hombres y mujeres que están llenos de contradicciones, que son estables y veleidosos, fuertes y débiles, célebres e infames, gente en cuyo torrente sanguíneo los parásitos luchan a diario con potentes insecticidas. El aspecto en el que uno se concentre para juzgar a los demás dependerá del carácter del juez concreto. Al igual que nosotros juzgamos a los demás, los demás nos juzgan a nosotros”.


En referencia a su visión sobre la gente, le comentó a Stengel una vez: “La gente piensa que veo demasiado bien en las personas. Es una crítica que tengo que tolerar y a la que he tratado de adaptarme, ya que, sea verdad o no, es algo que considero provechoso. Es bueno asumir, actuar sobre la base de que…, los demás son hombres de honor e íntegros…, porque tiendes a atraer integridad y honor si así es como contemplas a los que trabajan contigo. Y he realizado grandes progresos al desarrollar relaciones personales porque hago la asunción básica de que aquellos con los que trato son hombres íntegros. Creo en ello”.


Lazos afectivos

Mandela era bastante reacio a hablar de su vida privada y, en ocasiones, se fastidiaba si le preguntaban sobre el tópico. Con un acusado sentimiento de culpa tras la muerte de su madre (1968), estando él preso, se preguntó, en la autobiografía inédita, si podía justificarse desatender las cuestiones familiares por dedicarse uno al fin de luchar por las oportunidades para otros. A continuación se lee: “Incluso cuando a veces me acosa mi conciencia intranquila, tengo que reconocer que mi pleno compromiso con la liberación de nuestro pueblo da sentido a mi vida, y me crea un sentimiento de orgullo nacional y de auténtica felicidad. Esa sensación se ha multiplicado por cien al saber que hasta en la última carta que me escribió poco antes de morir, mi madre me animaba a mantener mis creencias y a luchar por ellas”.


Sobre su primer divorcio (de Evelyn Mase), advirtió a Stengel que no quisiera entrar en detalle, pero le comentó que se divorció en 1958 porque su matrimonio fracasó debido a las diferencias políticas existentes entre ambos.


Su propia imagen

En un párrafo de su autobiografía inédita, se puede apreciar: “Una cuestión que me preocupaba profundamente en la cárcel era la falsa imagen que proyectaba de forma inconsciente hacia el mundo exterior; que se me considerara un santo. Nunca lo fui; ni siquiera partiendo de la base de la definición terrenal de un santo como un pecador que lo sigue intentando”.


Omer Freixa

Bibliografía consultada:

Nelson Mandela, Conversaciones conmigo mismo, Planeta, Buenos Aires, 2010.

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