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Brigitte Orjuela Gómez

El Azar Platónico


El presente artículo se propone definir el término “azar” en un contexto platónico, para lo cual utilizaremos como corpus la Carta VII de Platón confrontado con su diálogo el Timeo; con el fin de lograr un acercamiento al concepto y el uso que le asigna. El método empleado será el análisis filológico literario en el corpus, y la intertextualidad entre las obras antes mencionadas.




Las cartas de Platón han generado una polémica en cuanto a su veracidad; entre las cuales consideran falsas las cartas: I, IV, V, IX, X y XII. Pero se dudan de las siguientes: II, III, VI, VIII y XI. Probablemente auténtica la carta VII. La carta VII se caracteriza por ser un documento autobiográfico, donde Platón argumenta los motivos de sus diversos viajes a Siracusa, y relata algunas experiencias vividas durante su estadía en esta ciudad debido a la amistad que sostuvo con Dión. Además, Giovanni Reale en su libro Por una nueva interpretación de Platón dice que los temas de los “autotestimonios” de la carta VII, son los mismos que los del diálogo del Fedro, pero más explícito.


El término griego tuch/, genitivo tuc-h es un sustantivo, singular, femenino que significa azar, fortuna, suerte, casualidad, lo que se alcanza por decisión de los dioses proviene del verbo Tugcanw, que significa encontrar por casualidad, tener suerte. Sin embargo, existen otros términos como por ejemplo: “hado” y “fortuna” los cuales se encuentran relacionados con tuch/, en contextos similares.


En efecto, Platón emplea este término reiteradamente en la carta VII; también Dión la emplea, aunque sólo una vez, en la carta que le envía a Platón cuando le pide que viaje a Siracusa con el fin de aconsejar a Dionisio sobre la manera de gobernar el Estado. “¿A qué ocasiones, decía, aguardamos mejores que las que ahora se nos presentan merced a algún azar divino?”. (Torres, 1993: 95).


En efecto, Dión cree que la voluntad divina está a favor de ellos por ser el momento adecuado para aconsejar a Dionisio, antes de que otros desvíen su pensamiento. Debido a que Dión tenía “la esperanza de que Dionisio sería el hombre idóneo para hacer realidad los ideales políticos de Platón recogidos en la República”. (Torres, 1993:21).


Ahora bien, las otras intervenciones son propias de Platón, al dirigirse a los parientes y compañeros de Dión, los cuales le pidieron consejo. Para Platón H tuch/ es cuando ocurre algo inesperado para el hombre pero que es causado por algo superior. En otras palabras, las cosas no ocurren por una casualidad sino por una causalidad como bien lo explica en su diálogo el Timeo. En donde dice expresamente que el Creador o hacedor crea el universo, el hombre y todas las cosas por una causa: “Digamos ahora por qué causa el hacedor hizo el devenir y este universo”; (Platón, 2000:167). “Además, todo lo que deviene, deviene necesariamente por alguna causa; es imposible, por tanto, que algo devenga sin una causa”. (Platón, 2000: 165).


Estas causas se pueden manifestar de dos maneras. Por un lado, la que se encuentra en manos de algún ser superior como es el Creador, es decir, el Demiurgo. En cuanto a esto Platón explica:

“Como el dios quería que todas las cosas fueran buenas y no hubiera en lo posible nada malo, tomó todo cuanto es visible, que se movía sin reposo de manera caótica y desordenada, y lo condujo del desorden al orden”. (Platón, 2000:167).


Mientras que la segunda causa es originada por los dioses subalternos caracterizada por el mal y la multiplicidad, es decir, comprende una especie de díada; la cual consiste en la dualidad, es la multiplicidad de las cosas en todas sus formas, que produce los contrarios como: grande – pequeño; bien – mal; frío - caliente. Quizás es por esta razón que algunas veces dice sólo azar y, en otras ocasiones un azar divino como haciendo énfasis en que una es generada por el Demiurgo, y la otra es concebida por alguna divinidad.


En el diálogo el Timeo presenta estas causas como una necesaria y a la otra divina4. La primera está regida por el Creador, es la combinación de necesidad e inteligencia5. Mientras que en la segunda pertenecen cuantos “carentes de inteligencia son origen de lo desordenado casual en todos los procesos”. (Platón, 2000:190). Pero se refiere a las mismas causas que mencionamos anteriormente. En el siguiente fragmento podemos apreciar la diferencia de jerarquía: “Y lo hice quizás por puro azar, más parece que algún poder superior tramó entonces dar principio a los sucesos que ahora han acaecido en relación con Dión y con Siracusa”. (Torres, 1993: 93).


Expresa que su viaje no fue por un interés personal sino que fue causado por algo superior a él. Pues, el Creador creó primero el alma y ésta es anterior al cuerpo6; por lo tanto debía mandar como jefe y el cuerpo debía obedecer como esclavo; que en este caso sería lo que él hizo. Ya que, él no tiene la culpa de lo ocurrido porque estas causas están fuera de su alcance, y además explica que este hecho no fue causado por los dioses subalternos sino por un poder superior, es decir, por la intervención del Creador que conforma la primera causa. Por lo que “Dios es causa y principio”. (Aristóteles. Met. I 983a.). Este fragmento es el único donde dice claramente que es por la primera causa, el resto está dirigido por la segunda causa. Como se explicará a continuación: “Ahora bien, por cierto azar unos mandatarios llevaron ante el tribunal a este amigo nuestro, Sócrates”. (Torres, 1993: 91). Estos mandatarios condenaron a Sócrates por venganza. En este momento la ciudad se encontraba en conmoción por la transición de los gobiernos; en la que la sed de venganza siempre sale a relucir. Porque ellos hicieron uso de la misma acusando a Sócrates con el cargo de impío y por ello lo condenaron a muerte. No obstante, este azar es producido por la segunda causa debido a sus males:


“Al final comprendí que, en lo que se refiere a todas las ciudades actuales, todas en conjunto tienen malos regímenes políticos pues su sistema legislativo es prácticamente incorregible, si no es gracias a unas medidas espectaculares unidas a algún azar”. (Torres, 1993: 91).

Platón escribió su obra la República durante sus dos primeros viajes a Siracusa, en el cual se presenta la forma ideal para gobernar un estado y obtener un régimen perfecto. Sin embargo, en estos viajes a Siracusa se da cuenta de que no es fácil ponerlo en práctica y mucho menos hacerlo posible.


En las Leyes (IV 709) plantea que los mortales no gobiernan por sí solos bajo sus conocimientos, sino que el hombre es un instrumento de los dioses. Es evidente la intervención de los dioses en los asuntos públicos dominados por el mal, el desorden y los vicios generando un caos entre ellos mismos. En este caso se refiere a la segunda causa, pues está regida por todo lo que implica la díada. “todo hombre al que un azar divino le haya dotado de una parte, aun pequeña, de juicio recto debe saber que quienes viven en la inestabilidad política no encuentran reposo para sus males”. (Torres, 1993: 111).


Pues, por muy pequeño que sea su discernimiento deben entender que hasta que no cambien la doctrina que siguen, tiranía, por una donde prevalezca el respeto a las leyes y el temor a los superiores no lograran sosegar sus males y llegar al bien. Además, están errados al preferir complacer el cuerpo con los vicios en vez de estar cultivando el alma que es inmortal.


Pero un hado más poderoso que los hombres lo desbarató. Más ahora, intentad vosotros cumplir con mayor fortuna estos planes, merced a una buena porción de suerte y un cierto azar divino. (Torres, 1993: 112).


El término hado significa el destino, pero el que ya está escrito y no está sujeto a cambios. La fortuna tiene la misma acepción de azar o dukh; es decir, que está sujeto a las causas dichas anteriormente. Lo interesante de este fragmento es que presenta cuatro palabras con significados similares para ser resaltados; por un lado, el hado ya que todo lo malo que le ha ocurrido no es sólo por el desorden que caracteriza la segunda causa sino que es algo que está escrito en su destino y no lo puede cambiar; y por el otro, está la fortuna, la suerte y el azar como tratando de unir todas las fuerzas superiores para que pueda seguir con el destino prescrito.


Que por más nefasto que sea no podrá escaparse de ello así los dioses quieran interceder con otro fin. Es posible que lo haya dicho con la intención de justificar estos hechos y evadir toda responsabilidad, dando a entender que por más que intentara impedirlo, esto iba a suceder porque ya estaba escrito por el destino y no había forma de cambiarlo; por mayores esfuerzos que empleara uniendo fuerzas entre los ciudadanos, Platón y las divinidades no podrían alcanzarlo porque ya estaba su hado. En fin, que no se pudieron asentar sus ideas de gobernar, no porque no funcionaran sino porque el destino de Dionisio era otro, y contra esto él no podía hacer nada.


Para concluir, se puede definir el azar como un hecho de causalidad más que de casualidad; desde el punto de vista de Platón. La razón del ser se genera por una causa en esencia, pero esta ουσία no está al alcance de un mortal sino de las divinidades que generan una posibilidad de suerte para el hombre, pues éstos sólo pueden padecer de esta ciencia porque “todo lo que nace, proviene necesariamente de una causa, porque sin causa nada puede nacer”. (Platón. 1955: 662). Estas son causas para el hombre y están integradas por la voluntad de los dioses, causa divina; y la del Ser superior, la necesaria, está determinada por el bien y la inteligencia. Las cuales necesitan de forma y movimiento para llegar a ser, esto nos lleva a la dualidad contenida en la díada.


En primer lugar, consideramos que Platón emplea el término azar porque de cierta manera están sujetos a cambios, porque no hay una constante que los determine de una forma delimitada pues no sólo existe el bien sino también el mal, originando una dualidad en la que puede ser una cosa u otra; además, la mezcla de ambas producen un desorden.


La causalidad está sujeta al conocimiento, mientras que la casualidad se refiere a objetos que carecen de este raciocinio; por ejemplo, el caballo que llega solo a la casa es una casualidad porque no está dada por el conocimiento. En definitiva, el azar no es un destino irrevocable como en el caso del hado; otro elemento podría ser, el hecho de que la mayoría de los hombres desconocen la naturaleza de las cosas y sus causas, y ven el azar como una cuestión de suerte o error de la naturaleza transitoria sin preocuparse en las consecuencias que podrían suscitar.



Brigitte Orjuela Gómez


Bibliografía:


ABBAGNANO, N. (1997). Diccionario de filosofía. Colombia. Fondo de Cultura Económica.

ARISTÓTELES (1995). Física, Introducción, traducción y notas de Guillermo R. de Echandía. Madrid. Gredos.

____________ (1998), Metafísica, Introducción, traducción y notas de Tomás Calvo Martínez. Madrid. Gredos.

COPLESTON, F. (2001). Historia de la filosofía 1. Barcelona. Ariel.

PLATÓN (1955). Apología de Sócrates, Traducción y notas de Patricio de Azcárate. Buenos Aires. El Areneo.

________ (2000). Timeo, Introducción, traducción y notas de María A. Durán y Francisco Lisi. Madrid. Gredos.

________ (1983), Las Leyes, Traducción y notas de José Manuel Pabón y Manuel Fernández, Madrid. Editorial Centro de Estudios constitucionales.

REALE, G. (2003). Por una nueva interpretación de Platón, Traducción de María Pons I. Barcelona. Herder.

SEBASTIÁN, F. (1964). Diccionario de griego-español. España. Sopena.

TORRES, J. (1993). Platón cartas. Madrid. Akal.

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