Guerra Fría en Medio Oriente
A partir de la segunda mitad del siglo XX, comenzó una nueva etapa en las relaciones entre los dos bloques dominantes, el occidental con Estados Unidos a la cabeza y el oriental con la URSS. La región de Medio oriente en esta coyuntura no quedó marginada, sino que fue el escenario central en el cual se reflejaron las disputas entre un bloque en ascenso y otro en su fase final. Dentro de este marco, los países árabes que mantenían estrechas relaciones con la unión soviética habían dado un vuelco hacia occidente en busca de mejores perspectivas para sus regimenes, teniendo en cuenta la menor cantidad de recursos económicos y tecnológicos que recibían de esta debido a los límites a los que estaba llegando.
En 1990 cuando Iraq emprende la invasión a Kuwait, realiza una lectura errónea de las consecuencias a las que llegaría. Confiado de que Estados Unidos y el mundo árabe lo acompañarían como lo hicieron durante la guerra contra Irán en 1988, considerado como un peligro luego de la Revolución Iraní ocurrida en 1979; se lanzó a la empresa de ocupar y anexionarse los territorios. Siguiendo la idea de Pérez Llana en su análisis del régimen iraqui, los motivos que empujaron a Saddam Hussein a emprender esta misión tienen que ver con la búsqueda del liderazgo regional, la conquista de territorios y la naturaleza propia del régimen apoyado en una “maquinaria guerrera” (Pérez Llana, 1991; 21), imposible de desmantelar sin afectar la propia estabilidad de este, necesario además, para legitimarse a partir del discurso nacionalista. Sumado a esto, estaba la crisis económica en la cual la renta petrolera resultaba insuficiente para cubrir el déficit comercial por las deudas contraídas y los gastos propios de la población. Kuwait era la solución a estos problemas.
Contrario a lo que pensó Hussein, Estados Unidos intervinó contra la invasión en 1991, teniendo el aval del Consejo de Seguridad de la ONU, formó una coalición multinacional para enfrentar al Estado ocupante. La región del Golfo Pérsico y la región adyacente, eran consideradas por Estados Unidos como “partes integrantes de sus intereses nacionales” (Pérez Llana, 1991; 35), a partir de la Doctrina Carter era menester intervenir, además, debía proteger a su principal socio en la región, Israel, frente a la amenaza que significaba Iraq para este.
Con la victoria de las fuerzas de coalición, Estados Unidos terminó de hacerse fuerte en la región. La caída del bloque soviético, la dejaba como la potencia mundial. Solo quedaba reorganizar el mapa de medio oriente para poder lograr estabilidad en la región, necesaria para sus intereses económicos, y reconfirmar su carácter diplomático y hegemonía mundial. Sin embargo, esta no era posible sin resolver el problema de los territorios ocupados, siendo el conflicto entre los palestinos e Israel el más importante.
Debido a las presiones externas tanto políticas como económicas hacia Israel y la pérdida por parte de la OLP de sus principales aliados, se había abierto una posibilidad para sentar a las dos partes a negociar un acuerdo definitivo. La Intifada iniciada en 1987 también había jugado un papel importante al hacer visible la cara negativa de la ocupación en los medios internacionales. Tras el fracaso de la Conferencia de Madrid del ´91, al no participar la ONU de ésta; en 1993 se abre una nueva mesa de negociaciones, de la que salen los Acuerdos de Oslo. Principalmente, se establecía un periodo de cinco años para retomar las negociaciones definitivas pero, se constituía una autoridad palestina para iniciar una transferencia de poder y funciones en los territorios de la Franja de Gaza y de una porción de Cisjordania. Las principales oposiciones de esta Hoja de Ruta, vinieron de la mano de la derecha israelí que veía como peligroso la entrega de poder a los palestinos ya que podrían usarlo en una coalición árabe contra el Estado de Israel y, de Hamas una organización palestina derivada de la Hermandad Musulmana palestina que creía estos acuerdos como una capitulación de las principales reivindicaciones del pueblo palestino a Israel.
Dentro del bloque palestino quedó a la vista como había diferencias entre los dos actores principales, el primero, la OLP- Fatah, buscaba llegar a una solución al conflicto a través de la vía moderada o de negociación. Mientras, por el otro, Hamas planeaba la lucha armada como vía para la destrucción del Estado de Israel, siendo este el principal enemigo de los palestinos. A partir de la constitución de la Autoridad Nacional Palestina, esta oposición se fue profundizando. En primer lugar, Fatah ocupando la ANP era el reflejo de los acuerdos de Oslo y de lo que consideraba Hamas como el abandono de la causa palestina. En segundo lugar, la OLP planteaba un estado nacional secular, mientras que Hamas desde su programa islamista buscaba el reestablecimiento de la Ummah bajo la ley Islámica, acabando con los modelos importados de occidente donde se marginaba la importancia del Islam en la sociedad palestina.
Sin embargo, la relación y las estrategias entre estos dos actores fue cambiando con el correr del tiempo, como se observa en los textos de Hroub, Álvarez Ossorio Alvariño y Travin, donde se analiza la trayectoria del Hamas desde sus inicios hasta el momento en que estalla la segunda Intifada. Como bien dice Hroub, Hamas mas que transformar su táctica, lo que hace es demostrar que su estrategia es la de ir cambiando su accionar según el fracaso o éxito de su enemigo intrapalestino. Su discurso oscila entre dos programas de liberación nacional, uno temporal en donde plantea la solución de dos estados y, el otro histórico donde se plantea la creación del Estado palestino echando a Israel de todos los territorios ocupados. También el contenido nacionalista e islamista de su discurso fue modificándose, ya que Hamas comenzó a tomar ciertos elementos del nacionalismo, siendo la liberación de la nación palestina la antesala de la liberación islámica. Luego de la muerte de Arafat en 2004, la estrategia de Hamas fue acercándose a una acción más política, sin dejar de lado a la resistencia armada. Esto dio lugar a conversaciones con Fatah para realizar un trabajo en conjunto sin llegar a ningún puerto debido las diferencias entre los dos programas y la presión internacional que buscaba boicotear esta alianza, termino por desarmarla al poco tiempo. Hamas como movimiento islamista representaba un grave peligro.
El desarrollo de las instituciones y de la sociedad civil en los territorios ocupados (TPO), también fue el reflejo de esta relación conflictiva. La no existencia de un Estado, la falta de continuidad territorial y poblacional, en otros casos no daría origen a la sociedad civil. Sin embargo, como analiza Torres Alfonsea, en el caso palestino a pesar de la falta de estas, si puede hablarse de un asociacionismo civil en Palestina. Las organizaciones que integran la sociedad civil juegan un papel diferente al de otros casos, ser el contrapeso del Estado; ya que ante la ausencia de Estado estas llenan el vacío de sus funciones en materia por ejemplo de salud y desarrollo económico. El problema, es que cuando se instaura la ANP, estas organizaciones pierden peso, debido a la centralización de recursos y a la arbitrariedad con la que esta distribuye la financiación como forma de control político. Esto se ve en las diferencias entre las ONG que tienen base en la Franja de Gaza, más cercanas al Hamas y las que tienen en Cisjordania, más cercanas a Fatah.
A la par del desarrollo de estas dinámicas, la relación entre Israel y los palestinos también fue sufriendo modificaciones. En el plano político se ve como hay una dinámica triangular entre Israel, la ANP y Hamas. En donde Israel fue oscilando entre una posición mas intransigente a otra mas moderada con respecto a las organizaciones políticas.
Erika Rodríguez